Descripción de la Exposición ------------------------------------------------------- -------------------------------------------------------
La forma tridimensional que adquieren algunos de sus últimos trabajos se asienta en unos soportes cuyo grosor hace que cada imagen deba ser recorrida además de vista. Las piezas de Carlos Pascual evolucionan hacia cubos y composiciones constructivas que, diluyendo los límites entre la escultura y la pintura, recuperan de forma sólida pero sencilla la pintura como objeto.
una mujer desnuda o una anécdota cualquiera- es una superficie plana
recubierta de colores organizados de acuerdo con cierto orden'
Maurice Denis
Definición de neotradicionismo, 1890
Sin misterios ni secretos, las obras de Carlos Pascual (Madrid, 1950) se nos ofrecen a la mirada como aquello que son: cosas. Objetos espaciales cuyo principal fin no reside en la representación, sino en la presentación de sí mismos y su materialidad. Presencias reales, tal y como se titula esta primera muestra del pintor en la Galería Astarté, ofrecidas sin reservas a un espectador que, a poca paciencia que tenga, pasará de ser un observador meramente perceptivo a un receptor capaz de intuir la leve contención gestual que late en cada una de estas abstracciones de forma similar a aquella sonrisa arcaica que se dibuja tibiamente en el rostro de un kouros o una koré griegos y que, por otra parte, tanto fascina a nuestro artista.
La forma tridimensional que adquieren algunos de sus últimos trabajos se asienta en unos soportes cuyo grosor hace que cada imagen deba ser recorrida además de vista. Las piezas de Carlos Pascual evolucionan hacia cubos y composiciones constructivas que, diluyendo los límites entre la escultura y la pintura, recuperan de forma sólida pero sencilla la pintura como objeto.
La obra del madrileño se ha extendido siempre por las vías de la abstracción, indagando sus posibilidades y desbordando las diferentes tendencias histórico-artísticas que le influyen. Su exploración plástica le ha llevado por múltiples y divergentes caminos que recogen desde la revisión de las primeras vanguardias, a las teorías formalistas de Greenberg y Fried o los preceptos minimalistas de Judd entre otros.
Cuando lo fáctico entraña una posibilidad:
El nombre de esta exposición, Presencias reales, lleva intrínsecas muchas más connotaciones de las que pueda parecer en primera instancia. Atendiendo al primer concepto cabe preguntarse, ¿qué quiere decir Carlos Pascual con 'presencias'? Es cierto que un objeto constituye una presencia, pero no lo es menos que la acepción más común de este término suele referirse a personas o entes vivos. En ese sentido, surge una confrontación entre la presencia (relacionada con la experiencia de lo latente, lo vivo) y el segundo de los conceptos referente a lo real (idea que se intuye más cercana al objeto inerte, su materialidad y su forma específica). En Lo que vemos, lo que nos mira, de Georges Didi-Huberman, el autor reflexiona sobre la aparente contradicción entre forma y presencia y se hace la pregunta: '¿Qué es una forma con presencia?'.
El trabajo de Carlos Pascual constituye una aproximación y exploración de ese dilema. Al encontrarnos y coexistir con sus obras, éstas nos hacen pensar ya no en el dasein (ser ahí) sino en el mitdasein heideggeriano (ser ahí con). Su presencia no es pasiva. A medida que las entendemos nos comprendemos, a medida que las miramos nos vemos. Su aparente facticidad se va abriendo a la posibilidad.
Estamos ante pintura jugando a rebasar los límites de la pintura, objetos entregados a la indagación sobre la noción del objeto: presencias reales que son y están, aquí y ahora. Como dice Mallarmé: 'El momento de la Noción de un objeto es entonces el momento de la reflexión de su presente puro en sí mismo o su pureza presente'.
Puzzles a nuestra medida:
La escala antropomórfica, es decir, la relación entre las medidas de los objetos artísticos y las del ser humano, es una de las características que permite que una obra de lenguaje reductivo como la de nuestro artista se vuelva tan dialéctica.
Generalmente, cuando el espectador se encuentra con un objeto artístico de pequeñas dimensiones tiende a menospreciarlo, mientras que al enfrentarse a una obra de escala monumental su reacción más común es la sublimación e intimidación. Sin embargo, cuando la pieza artística cobra las mismas proporciones que nosotros, sus espectadores, se nos revela como algo cercano y próximo, aunque su lenguaje formal remita a la abstracción más radical, como sucedía con las esculturas minimal de Tony Smith o Robert Morris y como ocurre también con la producción de Pascual.
Nuestro artista siempre aboga por formatos fácilmente abarcables por la mirada, ante los que podemos encararnos de tú a tú. Su tamaño ni desborda ni pasa desapercibido, sino que potencia todo nuestro interés por la pura experiencia visual de unos campos de color en los que no existen referencias externas, frecuentemente monocromos.
Por otra parte, las atractivas composiciones que encontramos en la exposición, nos remiten en cierta medida a la abstracción geométrica del neoplasticismo o del constructivismo, aunque en su mayoría son el resultado de una yuxtaposición de piezas pictóricas creadas individualmente y unidas al modo de un rompecabezas o puzzle que se forma a sí mismo intuitivamente y a posteriori, sin seguir los dictados de ninguna geometría matemática, articulándose con diferentes alturas, grosores, acabados, mediante la superposición de tablas pintadas, arrastres de color? Carlos Pascual dosifica en cada obra diversos grados de expresividad: es común ver cómo enfrenta en ocasiones distintos campos cromáticos encendidos, pero no lo es menos su metodología calculada para simplificar al máximo la expresividad que proporciona el gesto. Su trabajo parte de lo elemental y se dirige a una complejidad que no se refleja solo en la forma de estos montajes, sino también en nuestra experiencia ante ellos.
Si nos posicionamos como el hombre de la creencia miraremos estas obras como un adentro, mientras que si nos metemos en el papel del hombre de la tautología solo las concebiremos como un delante. Sin embargo haríamos bien en reconsiderar nuestra condición de espectadores y, como apunta Didi-Huberman, enfrentarnos a ellas como un delante-adentro... 'una trama singular de espacio abierto y cerrado al mismo tiempo'.
Jennifer Calles.
Cuando a Frank Stella se le preguntó por el sentido de su obra en los años 60 del siglo XX, respondió con una frase que hizo fortuna y propició el camino a una manera de hacer y percibir el arte: 'Lo que ves es lo que hay'. Un enunciado que venía a significar que los cuadros, lejos de ser representaciones, eran ante todo objetos autónomos que se describían a sí mismos.
Siempre me ha gustado esa afirmación, lacónica y precisa, que invita al espectador a explorar la realidad de una manera desprejuiciada y lúcida. Por eso las obras reunidas para esta exposición responden, aunque sea lejanamente y salvando todas las distancias, a aquel pronunciamiento del artista americano.
No hay por tanto que buscar aquí, arrebatos expresivos ni subjetividades narrativas. En realidad, al margen de citas históricas y supuestos teóricos, en un sentido mucho más cercano, lo que se muestra tiene que ver con un tiempo detenido, una especie de foto fija que describe el estado de las cosas tal y como se encuentran en el taller en un momento determinado.
Por otra parte, la ausencia de un relato más o menos literario o personal no significa en absoluto que detrás de todo esto no exista una intención que no es otra que la de poner en práctica algunas ideas generales sobre la propia práctica del oficio de pintar, sus procesos y sus aspectos formales. A este tipo de reflexiones los medios especializados suelen referirse como arte normativo o pintura autorreferencial, yo la llamaría simplemente ensimismada.
Es decir, una pintura que se mira a sí misma y que habla de asuntos como el color, la superficie, la materia, la composición, la escala... Estrategias como éstas que, por otra parte y como ya he apuntado no son nuevas, conducen generalmente, en ausencia de otra cosa que contar, a centrarse en cuestiones como el aspecto físico de la obra, su innegable naturaleza de objeto y su presencia real en el espacio de la galería. Todo esto unido a un interés recurrente en mi trabajo por dejar al descubierto los mecanismos internos de la obra y los rastros de su ejecución material, constituyen lo que se podría llamar el 'tema' de esta pintura.
Como toda construcción plástica necesita de un vocabulario formal para hacerse visible, en este caso entran en juego dos cuestiones que junto a la abstracción han estado siempre más o menos presentes en mi manera de hacer: el orden geométrico y una utilización del campo de color tendente a la monocromía, bien entendido que estos aspectos no imponen ninguna limitación sino que actúan o, al menos lo intentan, en favor de una combinación de rigor y sensualidad, de racionalidad e intuición.
En cuanto al método de trabajo, debo decir que está ligado a la propia actividad cotidiana. Ciertos 'rituales de taller', actividades más bien modestas sin (todavía) pretensiones artísticas como dar un fondo, preparar un color o montar un bastidor, pueden desatar, casi sin pretenderlo, la posibilidad de una nueva imagen. Otras veces son los restos de tentativas fallidas o abandonadas los que retoman protagonismo y cobran nueva vida. Después todo consiste en estar atento a las sugerencias del propio material que tienes entre las manos. Hacer y deshacer dejándose llevar por el azar y la necesidad sin forzar el proceso, dejando que la obra crezca por sí sola.
Por lo demás, las piezas expuestas responden a una variedad de formatos soportes y técnicas que son el resultado de ese origen azaroso que antes mencionaba. De esta manera, el cuadro convencional convive con obras compuestas de dos o más elementos que dialogan entre sí. Otras se recombinan en función del espacio circundante y algunas, en fin, adoptan un carácter claramente tridimensional sin pretender por ello ser esculturas, sino tan solo extensiones de la pintura.
Y es que, en definitiva, se trata de eso; volver a pensar el acto de pintar, insistir una vez más en un lenguaje que hoy en día, cuando las nuevas tecnologías y una enorme ampliación del campo de lo artístico parecen abarcarlo casi todo, se ocupa, entre otras cosas, de reivindicar la mirada, de recordarnos algo tan necesario y quizá un tanto olvidado como el uso y disfrute de los sentidos.
Carlos Pascual
Mercado, 10 ene de 2012
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