La obra de Guillermo Martín Bermejo ha estado presente estos últimos años, tanto de forma individual como colectiva, en diferentes galerías de Europa y América. Entre otras, varias exposiciones individuales en la galería Travesia 4 de Madrid, Propaganda Portable Art Gallery, (Berlín), Galería Karin Sutter (Basel) o en la Bartels Fondation (Basel), La Central(Bogotá), además de su participación en diversas ediciones de las ferias ARCO, MACO, Scope Miami ó Scope Basel y en muestras institucionales de Berlín, Bogotá, México DF, La Casa Encendida y proyecto ABCD de Madrid.

En su obra los aspectos melancólicos y líricos de la adolescencia, representados en un mundo sexual y emocional, ambiguo y naif, pertenecientes en muchas ocasiones a los mitos, al cuento popular o a la fábula, aparecen de forma recurrente. Esta indefinición está siempre presente, una ambigüedad perturbadora. Niños-efebo dibujados en pequeño formato sobre la calidez ... del papel y sus texturas.

'Paseo por el parque de los príncipes pálidos' es su primera exhibición individual en ARANAPOVEDA.

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Paseo por el Parque de los Príncipes Pálidos

1.

Que pocos jardines oscuros quedan ya después de la exasperante manía de arreglarlo todo que se tiene hoy en día. Los musgos desaparecen, las hiedras se desenmarañan. Los estanques se limpian. Peter Pan no podría perderse en los jardines de Kensington si la mano de estos jardineros clínicos lo dejasen como recién plantado. Pero si nos damos cuenta todo es muy parecido en estos tiempos. Toda memoria se intenta borrar y hacer desaparecer. No interesa lo que tiene pátina. Toda fachada se limpia hasta la exasperación pareciendo los barrios como recién construidos. Los paseos se remozan hasta el extrañamiento. Las plazas se alicatan hasta el techo. Da miedo una taza pegada para que pueda seguir su utilidad, se tira sin más miramiento y se compra una nueva sin mácula. Los libros se tiran o se olvidan en frente de los contenedores de reciclaje.

2.

Mi abuela se sabía mil 'poemillas' que nos lanzaba con su dulce voz en las tardes de invierno junto al brasero. El reloj del comedor tronaba en aquel silencio contenido. Entonces ella sacaba una caja de bombones que en su día le regalo quién sabe que admirador y que hoy guardaban retazos de su memoria. Cintas de colores, fotografías en sepia y en blanco y negro casi desvanecidas por el tiempo. Pequeñas postales de santos o de lugares una vez visitados. En el tocadiscos sonaba 'La Viuda Alegre'. Yo salía al pasillo y me escondía como un Alexander cualquiera debajo de las mesas. Entonces la oscuridad tocaba su melodía y los fantasmas aparecían por doquier. Pálidos y tristes pero bellos en su eterna plegaria.

3.

Se admiraba Jünger siendo invitado por una noble familia en un palacio durante la Francia ocupada que todavía quedasen adolescentes con esa dejadez y esa cadencia del siglo XIX. Lampedusa los describe también en su Gatopardo. Adornados de plumas y miriñaques entre salones decadentes. la oscuridad de ciertas estancias los inclinaba hacia amores ocultos. Hacia placeres todavía no descritos. Proust cambiaría todo esto dando palabras al reencuentro y a la memoria involuntaria.

Luego llegarían los anti-héroes de Wassermann. Ese maravilloso Etzel Andergast. Adolescente oscuro de tez pálida caminando entre la sexualidad más arrebatadora y la languidez más brutal.

4.

Para los románticos el jardín, el parque, el paseo eran gestos apasionados donde el amor siempre aparecía entre unas flores o en el recodo de un camino. La voluntad se extraviaba entre los abrazos del amado o de la amada. Pero el cuento gótico daba al parque una niebla y una incertidumbre del niño perdido y violado. Todo el álbum de la infancia tiene ese hombre del saco, ese Otelo pederasta, esos ogros salvajes que rodean sus indefensos cuerpos hasta asfixiarlos. El miedo y el adulto real como un solo símbolo de la muerte.

5.

El gesto más subversivo ahora mismo es la belleza. Ya no quedan más visiones de la fealdad que contar o relatar. Se puede ser salvaje e hiriente pero bello a la vez. Rescatar del olvido viejas postales, memorias casi extintas de un pasado que pocos valoran. Todo ahora es idea. Pero la idea si no tiene un referente es algo vacío, algo sin fundamento, superficial. Se habla demasiado sin saber a donde se quiere llegar.

6.

¡Que silencio, que sosiego entre mis papeles viejos! Mis lápices afilados me hieren de placer entre las ruinas de una existencia irreal. Las sombras van cercando a mis figuras que sobresalen de ellas cada vez más pálidas pero más brutales y hermosas. Su ambigüedad casi ya no deja duda. Entre paisajes reencontrados dentro de mi memoria abrumada pasean estos lánguidos adolescentes camino del final de los tiempos. Puede que encuentren otro comienzo. Puede que se extingan como todo lo hermoso. Puede que se queden para siempre atrapados en esos pequeños papeles beige. A mi no me queda otra opción que seguir caminando...

Guillermo Martín Bermejo, Madrid, Noviembre 2011