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Detrás del montón de paja

Exposición / Galería Metro arte contemporánea - Santiago [ESPACIO CERRADO] / Rúa Calderería, 50-1º / Santiago de Compostela, A Coruña, España
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Cuándo:
29 abr de 2011 - 31 may de 2011

Inauguración:
29 abr de 2011

Organizada por:
Galería METRO

Artistas participantes:
Jesús Otero-Yglesias

       


Descripción de la Exposición

En la tradición flamenca se llega al Luilekkerland, el país de los golosos y glotones, excavando un túnel en un montón de grano. El tránsito de un mundo de necesidad privación y lucha por la supervivencia a otro donde no sólo resulta fácil sobrevivir sino que existe la abundancia y la gratuidad más inesperada, se ofrece con facilidad, ocurre de forma casual y natural. Así se haría el tránsito de una naturaleza que se impone rotundamente a nuestras necesidades a otra que se muestra tan receptiva como generosa con estas. Nos hallamos en un lugar de evasión, se ha huido de una vida que se vislumbraba difícil y poco satisfactoria; pero también existe en esa misma evasión, y paralelamente a ella, la posibilidad de alcanzar un conocimiento más profundo y sutil de la naturaleza. La situación de aislamiento e invulnerabilidad de quien sabe que se halla en un lugar al que no accede cualquiera ha de facilitar una relajada calma que permita, además de la despreocupación y la holgazanería, la reflexión filosófica y/o la comunicación casi mística con la naturaleza. Esta connivencia mistificada y el relajamiento consiguiente darían lugar también a un erotismo orgánico, expansivo, despreocupado de cualquier límite. Detrás del montículo de grano o paja se encontraría un nicho de mayor libertad, un disfrute que del lado de donde se procede resulta cuanto menos escaso.

 

'Detrás del montón de paja' tiene su punto de partida en las leyendas medievales que tanteaban una escapatoria alegre e imaginativa de las duras condiciones de vida de la época.

 

El Luilekkerland no era más que una de esas múltiples fantasías posibles, hubo otras muchas, en España era más frecuente referirse al país de Cucaña (traducción popular del país de Cocaigne inglés) lugar ya olvidado en el subconsciente colectivo, o al país de Jauja, que sí ha perdurado como manifestación de la ingenuidad y lo ilusorio. El tiempo, de cualquier manera tiende a ser cíclico y pueden, por tanto, repetirse fenómenos parecidos en épocas enteramente diferentes. Hoy vivimos el fracaso de las utopías sociales que prometieron progreso ilimitado y nos dejaron de bruces ante paradojas y desigualdades inesperadas. Desde hace ya bastante tiempo multitudes venidas de países o lugares, que en no pocos casos siguen anclados en situaciones sociales o económicas más próximas al medioevo que al siglo XXI, tantean el paso a países del llamado Occidente donde esperan condiciones de vida sin duda mejores.

 

El salto de un muro, el paso por un túnel o un agujero, cruzar un mar, cruzar un desierto, o, a menudo, la combinación de todas esas penurias, son el tránsito imprescindible para acceder a estos mundos de utopías derrotadas que a ellos, en una situación aún más desnivelada, se les antojan países de glotones y comida fácil, como una suerte de dispersos Luilekkerland. La percepción de la realidad trae consigo emociones amargas o agridulces. Habiendo pasado al otro lado lo que entendemos ahora de esta situación es que existe una analogía, un paso iniciático, para acceder a un estado de mejora y despreocupación. Así que todo eso que vemos en 'Detrás del montón de paja', los movimientos de esos cuerpos desnudos, su desinhibida cohabitación con otros cuerpos, animales o plantas, las prominentes barrigas,... todos esos gestos son un homenaje y actualización de la leyenda medieval en estos nuevos tiempos migratorios e inquietos. Aquí está, tras la ventana circular, tanto el fantasma del imaginario intemporal medieval como el negro, el eslavo, el indio, o el renegado, exiliado político, rebelde, disidente, etc. El lugar del otro lado, el lugar al otro lado del muro o el túnel, al otro lado del montón de paja o grano, es un lugar para los recomienzos y reencuentros con el propio ser (el Self jungiano) tanto como con otros seres, personas, plantas y tiempos. Están aquí dadas las condiciones para una nueva socialización, siendo, eso sí, optimistas como sólo pueden serlo los campesinos de buen corazón y los utopistas de arranque.

 

VIÉNDO ARRIMARSE LA ORGÍA

 

Al otro lado, aún con los restos del polvo, la mugre, la paja, o el grano del transito, hay condiciones que prometen nuevas formas sociales. Esas nuevas formas de socialización se darán como parte del magma que emerge precisamente como reacción al control, la racionalización, la planificación, la vigilancia incluso, que en este otro lado, en lo llamado Occidente, es parte de las condiciones, irrespirables por momentos, del medio. Tales formas de relación, necesitan del contacto, del roce, la danza, el exceso, la procacidad, lo lúbrico, la ternura y la contemplación del cuerpo, el contagio y la polinización, la transformación en otra cosa o la penetración en esta, o el dejarse invadir por las formas y los gestos, empatía y simpatía, redondez, inflamiento, saciarse y vaciarse, fundirse al fin y olvidarse. Al país de Luilekkerland no se accede hoy a través de un montón de paja o grano -ese viaje es más ilusorio que nunca pues ya casi no existe ni campo ni paja- sino por medio de un razonado desarreglo de los sentidos -Rimbaud dixit- que viene desde lo más hondo de lo necesario. Casi todos nos entregamos a ello sabiéndolo o sin saberlo, a veces se le llama evasión, a veces diversión, pero los connoisseurs y los tendentes al exceso se dejan llevar por mayores desafíos, por orgías y otros movimientos de grupo, que cuentan con el beneficio de dejarlos conocer extremos que el simple divertido no llega a alcanzar, extremos que podrían llevar a situaciones de conocimiento de alturas, de conocimiento de extremos, de todo el largo de la vara en una palabra. Está extendida, por efecto sin duda de la insistencia y equívocos cristianos, la idea de que las pasiones deben estar contenidas en tan estrechos límites como sea posible, lo justo para mantener la especie a un buen ritmo de crecimiento y no más. Pero puede que la cohesión de la sociedad dependa paradójicamente de la emergencia desde el fondo de nuestro ser de impulsos antiguos, que son de naturaleza transgresora de cualquier regla. Según Michel Maffesoli, profesor de la Sorbona, no hay duda: 'Tal vez incluso se pueda decir que la arquitectura de las pasiones conforma la reserva de energía que asegura el mantenimiento de la socialidad. Contra la imposición política o social en todas sus formas, contra las vicisitudes del azar, la erótica popular constituye una reserva que le permite resistir y desarrollarse. No es mediante la liberación de las coacciones económico-políticas, ni siquiera luchando contra las diversas formas de alienación, como la comunidad configura su existencia sino, tal vez, viviendo día a día las contradicciones de las pasiones y de los afectos.'

 

Situar este juego del contacto con el otro/a, del arremolinarse, del contaminarse con convicción, del exceso tanto como de la sutileza, dentro de una estructura circular es, después de todo, una forma de mostrar que no habrá fricción, que la armonía esta dada, que no será posible establecer un principio y un final, que no se trata de una estructura narrativa, que no es un escenario teatral, ni un guión cinematográfico, ni siquiera un zootropo. Lo que se muestra en las imágenes de 'Detrás del montón de paja' son posibilidades, un repertorio, una combinatoria permeable a lo próximo y lo lejano, a lo que puede y no puede ser. La redondez, la esfericidad es también el territorio de lo cóncavo y lo convexo, del móvil perpetuo, del dinamismo sin esfuerzo. Así que la escena se ve alterada por ese avance o retroceso y por esa perspectiva lenticular. Nada de lo que vemos a través de estos símiles de ventanas redondas, es más que aproximado a nuestra realidad.

 

Aquí también acuden las imágenes del Paraíso Terrenal, y la exacerbación de las utopías neo-hippies, ecologistas u otras visiones de misticismo franciscano actualizadas.

 

Aquí dentro no hay muros, ni límites, ni moral, ni manuales. Es un experimento guiado por la ética y la estética de la orgía, aunque el vehículo es realmente un erotismo orgánico más que humano, un erotismo de trascendencia y no fijación, un erotismo feliz. Es cierto que hay barrigas prominentes, que se convierten por la perspectiva lenticular en puramente redondas, que de no ser por el punctum central del ombligo no sabríamos que lo son; pero esas barrigas en su aproximación al límite inferior de la 'ventana' circular dibujan una sonrisa infantilizada, y así sabemos que el cuerpo se acompaña de una sensación festiva, que no hay peso ni hinchazón ni exceso, tan sólo un estado de ser perfectamente ligero. Es cierto que la aproximación y querencia de los cuerpos acaba en la penetración de unos en otros, pero ¿quien no podría decir que ese falo medio enterrado es en realidad un pequeño tallo que sostiene al otro lado un fruto abultado, mientras oculta su raíz en un terreno de montículos? Es evidente que una de estas personas (si las queremos llamar así) o dos o más sentadas sobre una gran barriga causarían una difícilmente soportable presión, y nada de erótico o placentero habría en ello para el que hace de espontáneo banco; pero sabemos de la existencia de cumbres y rocas muy redondeadas (¿montañas gallegas desgastadas por el viento de siglos?) ¿Nos dejaremos engañar por la existencia de un pequeño círculo que simula ser un ombligo y no ver aquí una de esas suaves montañas?; y aunque fuese realmente una descomunal barriga ¿Que sabemos del peso real de esos seres? ¿Existe la sensación de peso en este otro lado?¿Se da, por el contrario, un estado de ligereza o ingravidez permanente?

 

VAGOS E IMPRODUCTIVOS

 

Sean agricultores, como en la leyenda del Luilekkerland, o trátense de aquellos que vienen de cualquier lejanía o extrañeza, aquellos que se hayan en este umbral y juegan -podemos aquí recuperar la célebre declaración de Schiller de que el hombre que juega es más verdaderamente hombre- están felices y llenos de ilimitada energía porque saben que aquí no es necesario ser productivo, carece tanto de importancia el tener una finalidad para la actividad que no existe probablemente ni recuerdo de que alguna vez pudo ser una obsesión y una fatalidad todo aquello de ser productivos y eficaces, la dignificación por el trabajo, ganarse el pan con el sudor de la frente y cosas parecidas. El tener acceso a todas las viandas y delicatessen paradisíacas, o, más aún, el vivir simplemente del aire (como se decía del lado que se ha dejado atrás que, figuradamente, hacían los bohemios, vagos e indigentes) es uno de los privilegios de este lugar. Sentirse satisfecho, ni lleno ni rebosante, y sin tener que hacer nada. En este entorno de satisfacción también el erotismo, desplegado en tantas y variadas formas, es amorosamente improductivo, no se va a ello buscando ningún fin, ni siquiera el del placer por el placer pues este puede traer consigo resquicios de su opuesto, 'el dulce mal que me place' cantaba un trovador o como con más precisión expresó el místico alemán Henri Suso: 'ein sueses we... ein ellende froede' (un dolor suave... una quejosa alegría). Tales dualidades pertenecen a un mundo donde la existencia del dolor no respeta siquiera la querida parcela del amor y el placer erótico. Ser maravillosamente improductivo es una de los atractivos (¿turísticos?) de este otro lugar, gratuidad, invención, dejarse estar, dejarse ser, haber llegado sin haber siquiera intentado ir, sorpresa, creatividad. Estado de contemplación sí, pero también de acción amorosa, es decir, unitiva. Eso es lo bueno, olvidarse de esa picazón de la propia satisfacción para ir en busca de lo colectivo, lo que se comparte aquí es más caro y amplio que lo que permanece aún en el espacio del Yo. Estos vagos improductivos hilan el sexo, el amor, los placeres, con la imaginación, porque nunca debieron, después de todo, distinguirse, y porque las inhibiciones, sortilegios y tabúes de la cultura, quedaron, como si fuesen prendas de gasa, atrapados en los espinos antes de entrar a través del túnel de grano. La imaginación desplegada y voladora se complace en la transformación, transformación que, como hemos dicho, es, en gran medida, óptica, el espacio se curva o abomba, y todo lo vemos redondeado, sin aristas, como sin hueso, más blando y dúctil. La transformación deviene progresivamente en metamorfosis, metamorfosis que ya los griegos exploraron en sus mitos, cuando los dioses para conseguir sus metas mundanas (secuestrar una bella mujer quizás) se transfiguraban en animales o cosas, el caso de Zeus por ejemplo, ahora lluvia de oro, luego toro, después cisne..

 

Michel Maffesoli nos recuerda como 'estas metamorfosis no son irrelevantes sino que traducen una arraigada creencia popular que percibe el vínculo existente entre todos los elementos del cosmos' En este lugar, tras el montón de paja, las veleidades amorosas de los dioses no son conocidas, ni por tanto admiradas, aquí las metamorfosis no tienen finalidad, también son improductivas, no persiguen ningún fin, resultado o producto, son un mero acontecimiento, acaso una diversión, y sin duda producto de la delicada imbricación de todo lo que rodea a estos seres, más campesinos que dioses, en sus aventuras y lances amorosos, un efecto de contagio y polinización. La orgías que se desarrollan tras estas redondas ventanas no tienen siquiera el sentido que tenían las orgías de los flagelantes de la secta rusa de los Chlystes que mantenían relaciones carnales entre si, entre 'hermano' y 'hermana', en nombre del amor divino y cuyas reuniones orgiásticas eran llamadas por ellos radénije -término traducible por 'trabajo'-, un trabajo que se ejercería sobre uno mismo realmente 'para alcanzar el hombre natural, que puede fundirse con el otro y en el Otro'. En este lugar de recreo, tras el montón de paja, no se 'trabaja' cuando se da la unión con el otro porque no hay un interior espiritual que se deba mejorar o purificar, ni un hombre natural al que remitirse, pues, si tal existió, se está ya en él de nuevo y repentinamente.

 

SIMPÁTICOS UNIVERSALES, MIL FORMAS DEL AMOR

 

Sentirse planta, fruto, abeja, o constelación es más interesante que vivirse únicamente como aquel que entró despistadamente por el túnel de paja. Las metafísicas del Ser nos han embriagado con la esperanza de habitar confortablemente en este, perdiendo así de vista la mayor parte de nuestra inquietud habitual; pero ese tesoro oculto sigue siendo solo parte de la fortuna humana, probablemente más encantadora, más intensa es la participación en todo lo que no es cultural ni físicamente humano. Es posible que la participación en esas otras naturalezas sea más fundamental, como bien entendían las culturas primitivas con el culto e iniciación a los animales totémicos. Nietzsche, el siempre agudo filósofo de la intempestividad, dejó dicho en uno de su aforismos: 'Me temo que los animales consideran al hombre como un ser igual a ellos que ha perdido, de una manera sumamente peligrosa, el sano entendimiento animal -lo consideran como el animal que delira, que ríe, que llora, que es desgraciado' Bajo esta perspectiva verse metamorfoseado en animal, planta, mineral, luna, estrella o forma geométrica es una forma de iluminación. Estas simpáticas metamorfosis cósmicas no sólo son una universalización son también una 'universidad'. A ello van con el corazón cálido y contento, ni siquiera un resquicio de temor por si no recuperasen completamente su forma humana, pues se ha dicho que allí no existe el temor y sí el contento con lo que ocurra. Transmutarse en otro ser, en su forma y en su esencia, también es adquirir la prestancia y herramientas del símbolo. Tenemos por ejemplo esa imagen en el que vemos, a través de una de las ventanas redondas, como una curiosa forma similar a un corazón, pero que tiene un pequeño circulo similar al esfínter de un culo -y por tanto tiene la posibilidad de ser un culo en realidad- se modifica hasta tomar contacto con otra forma en todo parecida a una media luna, aunque, dada la natural deformación de los cuerpos en esta circularidad, podría ser también la anamorfosis de unas piernas. La escena en conjunto es pura metamorfosis, encendida simpatía por los umbrales en que unas formas traban parentesco con otras. Aún no considerando que la interpretación de un símbolo, o lo que se le parece, sea lo más importante sí que es posible apurar alguna interpretación. Tenemos una forma genital, que remite también formalmente a la silueta de un corazón, y que parece penetrar en otra que es enteramente parecida a una media luna, pero que hemos dicho podrían ser unas piernas. ¿Se trata de una cópula sin más o es, en su lugar, una aproximación del núcleo más puramente humano, el corazón, al astro cambiante por naturaleza, la luna? ¿Quiere esto hablarnos de la mutabilidad de los afectos? ¿Se debiera interpretar, por el contrario, en clave mística como un encuentro imposible y por tanto cargado de poética y trascendencia? A estas preguntas no se debe contestar, para no fatigar ni desgastar la ambigüedad y enigma de las imágenes.

 

'Detrás del montón de paja' es una urdimbre de bucles de imágenes, idas y venidas, giros y permutaciones que no son, después de todo, más que una metáfora del amor, de las mil y una formas del amor; aunque hemos deliberado y hablado de erotismo, de sexo, de orgía (cósmica o menos) con lo que se especula es con el discurso amoroso, con la socialización del amor, más allá de los tratados de pareja, la búsqueda de nuevos derroteros para el gastado lenguaje del amor. Un catálogo de formas, una enciclopedia muda que quiere trascender peligros y censuras para llegar intacta a lo más hondo de la conciencia y permanecer alli silenciosa.

 

En la leyenda del Luilekkerland no se dice nada acerca de cuanta gente cabria en su territorio, ni si aquellos que, informados o por casualidad, atravesaban el umbral de paja o grano, habrían de regresar alguna vez al sitio de donde vinieron, lo que sí sabemos es que en el mundo actual pocas veces se pasa a ese otro lado, y si esto ocurre es trabajosamente no por azar, y por poco tiempo o no suficiente. Aquí, por suerte, hemos contado con la figura retórica de lo intemporal, quédese así la cosa y miremos de nuevo el mundo 'por de dentro', como diría Quevedo, para ver que nuevas formas de socializar el amor hallemos en él. Y a cada nueva forma descubierta decirle como el poeta:

 

Bos dias, Benvida para sempre,

Xavier Seoane, Salutación de 'A neboa invisibel'

 

Jesús Otero-Yglesias, Noviembre 2010, Lugo

 

 


Imágenes de la Exposición
Jesús Otero-Yglesias, Detrás del montón de paja 2.1

Entrada actualizada el el 26 may de 2016

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