Descripción de la Exposición ------------------------------------------------------- ------------------------------------------------------- Visita sabatina, entre dos Aves, a Leopoldo Pomés, para seleccionar la obra que expondrán los amigos de Artesonado, de La Granja, a los cuales asesora el poeta y crítico de arte José María Parreño. Pomés y yo nos habíamos conocido fugazmente en Las Siete Puertas, hace siglos, presentados por nuestro común amigo el pintor sevillano Manuel Salinas. Llego al estudio del fotógrafo, en una recoleta, silenciosa, casi metafísica calle del barcelonés barrio de Gracia, casi pegada a Filograf, y no muy lejos de la casa de Tàpies. Entro, y lo primero que me sorprende en la amplia estancia central, al fondo de la cual se abre un jardín con fuente, reformado en plan un poco Generalife por Óscar Tusquets, son tres paisajes de gran formato del simbolista catalán Modest Urgell, uno de ellos con un maravilloso marco de Gaspar Homar. Entreveradas con ellos y con un Santiago Rusiñol, en abrupto contraste obras más contemporáneas, entre ellas una áspera figura femenina de Antonio Saura, y una de las mejores arpilleras de Manolo Millares. Saura y Millares: dos de los muchos creadores de su generación de los cuales Pomés ha sido amigo, y a los cuales ha hecho retratos. El de Millares, su melancólica silueta, sus manos en primer plano, está tomado en una terraza de las Ramblas, en 1959, y se publicó por vez primera en 1962, como frontispicio de la monografía que le dedicó José Ayllón, otro de los miembros de El Paso. Le hace 'pendant' otro, perteneciente a la misma sesión, de Elvireta Escobio, su mujer, con aire de actriz italiana. En el archivo queda una tercera toma, descartada, donde se les ve juntos, rodeados de personajes de la calle. En cuanto a Saura, buenísimas tanto la instantánea en que avanza de frente, como aquella otra en que se le ve a lo lejos, de espaldas, mientras el primer plano lo ocupa la cabeza de Eduardo Chillida, con la mirada perdida en la lejanía. Pero volviendo a Urgell, Pomés me cuenta que de joven uno de sus sueños era poseer una obra suya, y que la primera de estas pinturas, por la que tuvo un flechazo en una galería, la compró en 1961, realizando ese sueño con uno de sus primeros ingresos importantes en el campo de la publicidad. Luego me anuncia que me va a contar algo curioso. Me señala un arco con una pequeña vidriera. '¿Ves ese rosetón? Pues un día, dos o tres años después de la compra de aquel primer Urgell, vino un carpintero a hacerme una chapuza, vio el rosetón, me comentó que él había estado ya aquí trabajando, y que?' Le interrumpo: 'No me digas más. Me vas a decir que gracias al carpintero te enteraste de que este era el estudio de Urgell?' 'Exactamente'. Pomés: una persona de gran cultura, de gran humanidad, de curiosidad omnívora, de gran sentido del humor, y de súbitos ataques de melancolía. Un ojo moderno. Un gran capítulo de la historia de nuestra fotografía. Uno de los primeros que a comienzos de los años cincuenta, época en que estaba tentado por la poesía ''soc trist i gris': por unos instantes en el silencio del estudio flota solitario este verso que rescata de un rincón de su memoria' y en que le interesaban el cine expresionista alemán y el de Dreyer, retomó en la península la senda de la fotografía de vanguardia. Su sombría escena de Els Encants, de 1955, es un documento único, que posee una atmósfera suburbial que nos retrotrae a una España que hoy nos parece remotísima. Escena como de un Eugène Atget barcelonés 'esa sensación volverá, a lo largo de la visita', pero escena también que podría estar tomada en la estepa rusa, mongola o tibetana, allá lejos y hace tiempo. Precisamente en 1955, Pomés celebró su primera individual, integrada por vistas de Barcelona, y por retratos femeninos, y otros de creadores amigos 'principalmente del entorno de un Dau al Set que ya no existía como tal', y que tuvo por marco las Galerías Layetanas. Barcelona, las mujeres, los pintores y escritores amigos: los tres temas más frecuentes de su obra toda. El historiador del arte José Gudiol, director de la sala, no quedó nada convencido, pero cuando todo estaba a punto de irse al garete, Juan Eduardo Cirlot, que lo asesoraba y que había sido convocado a una suerte de 'tournée' de inspección, manifestó con autoridad su absoluto entusiasmo, y todo salió bien. En 1956, Pomés fue uno de los artistas escogidos por Alexandre Cirici Pellicer, crítico de arte y director de la empresa de publicidad Zen ('Laboratorios científicos y talleres artísticos de publicidad'), para realizar unos provocativos escaparates navideños en la Sastrería Gales, del Paseo de Gracia. Los otros: Joan Brossa, Modest Cuixart, Josep Maria Subirachs, y Antoni Tàpies... También consecuencia de la individual de Layetanas, apareció, en enero de 1957, el único número de la revista Grúa, del Cine-Club Universitario de Barcelona, un proyecto de Romà Gubern, con portada de Pomés. Ricard Giralt Miracle. Al comienzo de estas líneas he mencionado la vecindad de su Filograf, y del estudio en que nos encontramos. Como en Filograf este prodigioso grafista maquetó y/o imprimió casi todo lo excelso que se hizo en la Barcelona de ciertos años, nada tiene de extraño que en 1957 también fuera él el encargado de darle forma, para la editorial RM, de Ramón Juliá, cuyo director artístico era el pintor Luis Marsans, a un librito que es una pequeña obra maestra: Les fenêtres, de Rilke, acompañado de su traducción al castellano por Gerardo Diego, y con diez esenciales fotografías de Pomés. Pomés, por aquel tiempo, participa, desde lejos, en la aventura de AFAL (Agrupación Fotográfica Almeriense), el heroico grupo fotográfico liderado en esa ciudad, entonces provinciana a más no poder, por José María Artero y Carlos Pérez Siquier, y cuya historia ha sido minuciosamente reconstruida, en 2006, por Laura Terré. Cita la investigadora la dedicatoria que Pomés coloca al frente del ejemplar de Les fenêtres que le envía a Pérez Siquier: 'Al milagro de AFAL'. Uno ha ido consiguiendo algunos números del boletín del grupo, humildísimo, y también su Almanaque 1958: en estas publicaciones además de sus dos impulsores estuvieron, entre otros 'la lista creo que habla por sí sola', Leonardo Cantero, Francesc Catalá-Roca, Chumy Chúmez, Joan Colom, Gabriel Cualladó, Juan Dolcet, Paco Gómez, Ángel de la Hoz, Gonzalo Juanes, Ramón Masats, Oriol Maspons, Xavier Miserachs, Nicolás Muller, Fernando Nuño, Francisco Ontañón, Jesús de Perceval, Leopoldo Pomés, Joaquín Rubio Camín, Alberto Schommer, Ricard Terré, Julio Ubiña o Gerardo Vielba, y ahí se publicó además obra de extranjeros como René Burri, Henri Cartier- Bresson, Robert Frank, Mario Giacomelli, William Klein, Daniel Masclet, Otto Steinert 'el de la fotografía subjetiva' o Minor White, y ahí se habló además de cine... De Pomés, en el almanaque, figuran tres retratos femeninos, que habían figurado los tres en su exposición de Layetanas, y que motivaron que desde el MoMA de Nueva York, Edward Steichen, entonces su conservador de fotografía, se interesara por su trabajo. Primero en la pantalla 'a punto de cumplir ochenta años, Pomés está tecnologizadísimo', y luego sobre papel, y en muchos casos en copias 'vintage', asisto al despliegue de una primicia absoluta, que como era esperable resulta una auténtica maravilla: el nonato libro sobre Barcelona que Carlos Barral le encargó al fotógrafo en 1960, y que finalmente por problemas internos de la editorial no vería la luz. Ese libro, que iba a haber llevado texto de Luis Goytisolo, y que ahora nos llega como un mensaje (de otro tiempo) en una botella, es el eslabón perdido entre el Barcelona (1955) de Francesc Catalá-Roca (y Luis Romero), y el Barcelona en blanc i negre (1964), de Xavier Miserachs (y Josep Maria Espinàs, más Joan Oliver, 'Pere Quart', como prologuista, Pere Quart al cual por cierto Pomés trató mucho, en el Bar Mirasol, de Vía Augusta). En él hay auténticas joyas: Els Encants, las calles claras del Ensanche con las sombras de los árboles como en una contrarrima de Paul Jean Toulet, la Barceloneta (el barrio de Salvat-Papasseit) con su vida todavía como de pueblo, la playa de ese mismo barrio con los trajeados colegas cámara en ristre, los bañistas enredados en la caligrafía de unas inverosímiles vallas metálicas, la pareja de ricos 'ella con su piel sobre los hombros' sorprendidos por la espalda 'cuánta gente huyendo en la obra de Pomés', las carteleras a lo James Rosenquist del Paralelo, las locomotoras echando humo en un puerto todavía muy L'irradiador del port i les gavines? Un libro de farguiano 'peatón de Barcelona', de baudelairiano y atgetiano y benjaminiano 'flâneur de Barcelona', de aragoniano 'campesino de Barcelona'. Un libro calidoscópico, de cazador furtivo de imágenes, de poeta de la cámara, que a menudo se deja seducir por el solo tacto abstracto de los suelos por los que caminan las palomas, o de las paredes y de los grafitis que las pueblan o de los desconchones que las deforman... Un libro que cuando, espero que pronto, se publique, va a cambiar la percepción que existe de la obra de su autor. De los retratos, ya he citado los del matrimonio Millares. Exactos también los de Antoni Tàpies, uno de ellos, precisamente, sobre fondo de pared barcelonesa con 'grafitis', y que fue utilizado por Ricard Giralt Miracle para una generosa doble plana de la primera de las dos monografías que el crítico francés Michel Tapié le dedicó a su casi homónimo, aparecida en 1955, con motivo de la primera individual del pintor en la Galerie Stadler de París, y bajo el sello ya por aquel entonces completamente ficticio de Dau al Set; monografía de la cual hace poco me regaló Daniel Giralt-Miracle, un ejemplar impecable, como recién salido de las prensas paternas. Y las dos efigies de Joan Brossa: la primera, en la cual, con su andar tenso, semeja un agente secreto de la CIA o del KGB, sorprendido por un agente de la competencia que ha disparado la cámara subrepticiamente, y la segunda, en cambio, en la cual está relajado y sonriente, sentado en un sillón, como si se encontrara descansando en el salón de su casa, sólo que la escena se desarrolla 'en plena calle, bajo unos soportales' Van desfilando otros muchos rostros, dibujando lo mejor de la Barcelona 'fifties': Oriol Bohigas 'con el cual en 1968 Pomés hizo para Lumen un monumental libro sobre la arquitectura modernista barcelonesa' y sus dos socios (Josep Martorell y David McCay), La Chunga, Juan-Eduardo Cirlot, Modest Cuixart 'la imagen sería utilizada como cubierta de la primera de las dos monografías que Cirlot, precisamente, le dedicó al pintor, y que publicaron conjuntamente, en 1958, René Drouin en París, y su tocayo y colega René Métras en Barcelona', Núria Espert, la muy cirlotiana y misteriosa Montserrat Gudiol 'también presente, en su casa con un retrato de su morador, en las paredes de la estancia en que nos encontramos', Tete Montoliu, Joan Perucho 'con el cual el fotógrafo hizo para La Polígrafa, en 1967, una importante monografía sobre Gaudí', Joan Ponç, Carles Riba, Francesc Todó, Xavier Valls con su aire de irónico 'senyor de Barcelona', Moisés Villèlia... Personajes todos ellos inolvidables, muchos de ellos desaparecidos, y que a uno le traen, especialmente Perucho y Valls, muchísimos recuerdos, con la consiguiente atroz melancolía. La monografía cuixartiana, por ejemplo, a la que en el momento en que escribo estas líneas no logro echarle el guante, ¿cuánto hace que la tengo entre mis papeles? Echo cuentas, y me acuerdo de que, junto con bastantes más publicaciones, me la regaló Métras, en mi primera visita a su galería, que debió ser... hace cuarenta y cinco años... Personajes a los cuales luego Pomés ha ido sumando otros, de Julio Cortázar a Jaume Vallcorba, pasando por Gabriel García Márquez, Eduardo Mendoza, Raimon... todos ellos dibujando otras épocas de la vida de la ciudad... Los toros de Pomés. Tema ya sé que políticamente incorrecto en la Cataluña de hoy, pero si pensamos en los grandes poemas lorquianos o albertianos, en los grandes cuadros solanescos o picassianos, en los grandes ensayos bergaminescos o leirisianos, concluiremos que el fotógrafo no está solo, en su pasión. Sobria, intensa su mirada a ese planeta, cuyo fruto más visible es su libro de tapas de tela fucsia Toros (2001), editado en Sevilla, por el Centro Andaluz de la Fotografía, y prologado por Ángel Sánchez Harguindey, libro que tardó demasiado en salir 'la verdad es que siempre ha tenido Pomés un poco de mala suerte con los libros' pues inicialmente lo iba a haber editado RM, con un texto de Ernest Hemingway, pero el proyecto se truncó tras el suicidio del norteamericano, que por cierto estaba entusiasmado con la idea de esta colaboración. Iconos definitivos: los espectadores de una capea en la localidad sevillana de La Algaba, el cartel de la corrida de Cornellá, el simulacro de toro, la mano frente al tendido, el alguacilillo, el fin de fiesta casi felliniano de los Sanfermines... Fascinantes las mujeres de Pomés: misteriosa la niña pirenaica en la nieve de 1954, bellísima en el ciclo Imagen blanca la jovencísima Karin Leiz de 1959 en bañador en la playa de Castelldefells, elegantísima la Karin de negro caminando de espaldas por una calle del Ensanche, iconos 'sixties' Margit Kocsis y Nico y Elsa Peretti y tantas otras bellezas desnudas o semidesnudas, cuya aparición nos retrotrae por arte de magia a una Barcelona hoy remotísima, entre milanesa y londinense por un lado casi Allen Jones y neoyorquina en plan Factory, una Barcelona 'gauche divine' y Tuset Street, a cuya mitología contribuyó más que nadie el fotógrafo con sus anuncios de prensa 'Karin y él fundan Studio Pomés en 1961', con sus 'spots' publicitarios como el ya legendario de la chica Terry (la citada Margit Kocsis) cabalgando un corcel jerezano, o como los de Freixenet, y con su decoración 'pop' solarizada de la tortillería Flash Flash, de la cual él sigue siendo copropietario, al igual que de Il Giardinetto 'no así de Las Siete Puertas'. Flash Flash, donde Pomés, Karin 'que es' la silueteada en negro sobre las paredes, disfrazada de alegre fotógrafa' y yo, terminamos almorzando. Comer es una fiesta se titula uno de los sabios libros al respecto, editado por RBA en 2004, del fotógrafo-gastrónomo. Saludamos a Jorge Herralde. Por mi parte no volvía a Flash Flash ¡desde 1972!, recuerdo muy bien aquella noche de septiembre en que al ir al baño me topé con García Márquez que de él salía, y en que por ahí andaba Ana María Moix, y que fue en aquella cena que Salinas me presentó a Meye Maier, otra sombra ida... De la mirada erótica de Pomés queda testimonio también en algunas de sus poco conocidas 'polaroids'. De esas tres 'polaroids' que exhumo ahora que vuelve a estar de moda aquel invento, me gusta especialmente la tercera, que va por otro lado absolutamente distinto: una vela encendida, delante de uno de los paisajes simbolistas de Modest Urgell que constituyen el telón de fondo diario de la vida del fotógrafo... Las 'polaroids' nos conducen al color, y a lo digital. Efectivamente, como cierre de la presente selección, he incluido tres ejemplos, en color y digitales, del admirable trabajo reciente, prácticamente inédito, de Pomés: un rincón de jardín umbrío y en orden que a él mismo le recuerda por algún lado Blow Up, la película londinense de Michelangelo Antonioni; un severo muro de cipreses en otro jardín, el suyo en el Ampurdán; y una entrevisión casi simbolista 'casi urgelliana' de un atardecer luminoso, también ampurdanés Pomés, que acaba de celebrar una individual en Londres, en una galería de tanto prestigio como la de Michael Hoppen un 'marchand' que tiene ojo para la rebusca: fue por ejemplo el primero de Europa en mostrar a Horacio Coppola, es un grande de nuestra fotografía, de nuestra cultura. Esta pequeña gran exposición de La Granja quiere rendirle homenaje, y este su prologuista quiere darle las gracias por haberle dejado compartir por unas horas la experiencia de sus exploraciones 'en la mina', por decirlo con la expresión que él gusta de emplear para referirse a su trabajo en su fabuloso archivo de imágenes, un archivo que a él mismo le sorprende, un archivo del cual va extrayendo cosas tan absolutamente esenciales como algunas de las que se enseñan aquí, y como ese libro barcelonés prácticamente armado hace más de cincuenta años, y que uno está deseando poder hojear, pronto Juan Manuel Bonet
Supo captar con la misma elegancia la crudeza de los cincuenta y el optimismo de los sesenta. Leopoldo Pomés es un clásico vivo, que en estas fotografías seleccionadas por Juan Manuel Bonet, comisario de la muestra, resume la biografía de su mirada.
Exposición. 31 oct de 2024 - 09 feb de 2025 / Artium - Centro Museo Vasco de Arte Contemporáneo / Vitoria-Gasteiz, Álava, España