Descripción de la Exposición La Galeria Valid Foto BCN presenta 54 fotografías, tiraje del autor, entre las que destacan sus obras más icónicas y otras menos conocidas por el gran público. El título de la exposición, que hace alusión al poema de Rosalia de Castro, trata de expresar esa dualidad presente en Terré de la sombra que asombra: la luz y la oscuridad, el blanco y el negro, la ironía y la ternura, el documento y la gráfica preciosista. Ricard Terré es uno de los fotógrafos españoles representados en la prestigiosa Galería Vu' de París, junto a nombres como Isabel Muñoz o Juan Manuel Castro Prieto. En la inauguración de la exposición, presentaremos el portafolio que la editorial Photoxoguete, le ha dedicado a la obra de Ricard Terré, dentro de su proyecto 'Caixas'. Ricard Terré. (Sant Boi de Llobregat,1928 - Vigo, 2009). Un fotógrafo que se ha convertido en un clásico de la fotografía española e internacional, no empieza ha practicar la fotografía hasta el año 1955, en que entra en contacto con miembros de la agrupación fotográfica de Almeria (Afal), expone su obra por primera vez en el año 1957 en la Sala Aixelá junto a Ramón Masats y Xavier Miserachs. Su trabajo, más allá del documento, contiene una expresividad compartida con el tenebrismo del barroco, el Goya de la Quinta del Sordo o el Saura de nuestros tiempos. Algunas de sus fotografías podrían ilustrar las alucinaciones del personaje del Quijote, las apariciones de Santa Teresa de Jesoes o los personajes esperpénticos de 'Martes de Carnaval' de Jose Mª del Valle Inclan. Es pues, un documentalista de lo que la tradición literaria y visual ha establecido como 'La España Negra'. Fue el suyo, un trabajo fotográfico primigenio, hoy incorporado a nuestra memoria colectiva y enriquecido por aportaciones posteriores notables de otros fotógrafos en la misma senda y de los que él fué maestro. No obstante la fuerza y contundencia de las fotografías de Ricard Terré hacen que rápidamente lo identificamos. Nadie como él ha sabido plasmar con una mirada tan descarada, si se puede decir así, lo que se oculta en estas imágenes tan españolas de los velos negros que cubren unos rostros durante la Semana Santa y que tanto se parecen a las máscaras hechas con sacos agujereados durante los carnavales, velos negros, máscaras y rostros al descubierto, impregnados de miradas inquisidoras (como la de una mujer apoyada contra una pared, tapándose la boca con los dedos), y los ojos de los niños que nos miran interrogantes. Terré indaga en los rituales con su mezcla entre lo divino y lo ancestral, siempre atento a lo que está a punto de la extinción definitiva o de la epifanía, sin buscar ningún morbo sino al contrario con naturalidad e incluso aproximándose al máximo para extraer humanidad de una cultura que acepta el fatalismo de las cosas sometidas al dictado del transcurso del tiempo, su imperfección o degradación pero donde la vida late siempre y él estando allí revela ese rastro. Una niña preciosa vestida de comunión pero bizca que nos mira desconcertada, otra criatura todo de blanco con un cirio roto arrastrado por su madre lástima de cirio!. Una sopa de letras que un día configuraron un nombre de alguien desparecido para siempre... Unas tallas de madera o yeso que también conservan el aliento de la belleza que un día tuvieron en sus rostros desfigurados y desconchados, pero que no acaban tampoco de ser desechos, sino que como los propios seres humanos son sencillamente perennes y guardan el rastro de lo que fueron: Santos adorados ayer hoy nos miran como máscaras espectrales. Brauli Teixidó ---------------------------------------------------------- Mi fotografía. Solo pretendo mostrar lo que hay de trascendente en el ser humano. No pretendo reflejar hechos ni formas individuales de sentir. Lo que busco es el espíritu del hombre, esa esencia fundamental que permanece en el tiempo y que está en todos los lugares. Por eso, no me interesa el orden cronológico de las fotos ni ponerles localización. El hombre es siempre el mismo y mis fotos son intercambiables, las de hace 40 años pueden parecer de ahora mismo y no hay diferencia por hacerlas en Barcelona, en Portugal o en Galicia. En el año 50 vengo a Vigo, a cumplir con la milicia universitaria y en el 52 me caso con una viguesa. Durante siete años vivimos en Barcelona y fue en esta época, año 55, cuando empecé a fotografiar, hasta que en el 59 regresamos a Vigo, donde ya nos quedamos definitivamente. Entre los jóvenes catalanes de los años 40-50, era muy corriente que hiciésemos excursiones para ir a pintar. También era habitual practicar algún deporte y yo jugaba al rugby. Algunos, ya menos, nos reuníamos para escuchar jazz y espirituales negros. La pintura al óleo la dejé pronto y me pasé a la caricatura. Esta experiencia de resolver un retrato de una manera muy escueta y simple marcó mi manera de fotografiar, que es muy directa, escapando de los detalles abigarrados, de todo cuanto pueda distraer la atención. Por eso trabajo con blanco y negro, que es casi como las tintas planas propias de la caricatura, por su simplicidad. Cuando me empiezo a interesar por la fotografía, los salones fotográficos estaban dominados por el pictorialismo. Me molestaba que la fotografía imitase la pintura. Pensaba que, al imitar, se estaba perdiendo un campo propio de expresión. Aquellas agrupaciones fotográficas eran el cobijo de gentes con poca ambición artística, pero con mucha ambición social. Antes de escucharte, te preguntaban 'de que categoría eres'. Para poder opinar, pasé, en dos años, de la clase de tropa a la categoría de honor. Lo único que tenias que hacer era imitar las normas, pero estos varemos solo servían para los concursos. No era la fotografía que a mi me interesaba. En uno de estos concursos escuché a dos individuos que estaban discrepando de aquellas fotografías. Me uní a ellos y, a los pocos meses, presentamos la Primera Exposición 'Terré, Miserachs, Masats', una muestra que fue catalogada como una revolución dentro de los círculos fotográficos. Dos años más tarde, en el 59, presentamos la segunda Terré Miserachs Masats. La hicimos inaugurando la Sala Aixela, fuera del ámbito de la Agrupación Fotográfica de Cataluña, consiguiendo recuperar el prestigio público de la fotografía, con obras que reflejaban una nueva forma de ver y de relacionarse con la realidad. Nunca pasé de ser un fotógrafo amateur que se ganaba la vida con otra actividad, y que si no hacía fotos, económicamente le era igual. En el 65 dejé de hacer fotos y no volví a hacerlas has el año 82. En los años 60/67, en mi única actividad semi profesional, hice ciento cincuenta y cuatro trabajos de decoración fotográfica. Eran fotos muy ampliadas e integradas en el espacio a decorar, no colgadas como si fueran una pintura. A pesar de que yo siempre escogía el tema y su realización, acabé cansándome de estos trabajos profesionales. Al final dije basta. No volví a hacer trabajos de decoración, pero tampoco hacia las otras fotos. En el 82, se organizó una exposición homenaje a los fotógrafos catalanes de los años 50, dentro de la Primavera Fotográfica de Cataluña. Esta muestra viajó de Barcelona a París y yo aproveché estos viajes para ver exposiciones de fotografía. Al comprobar que lo que hacia era válido y ante la insistencia de mi hija Laura de que emprendiera nuevamente mi actividad fotográfica, empecé otra vez a fotografiar. La belleza, en si misma, no es ningún valor fotográfico porque no transmite emoción ni sentimiento. La belleza, como la composición, y la técnica, son elementos a utilizar, pero siempre como consecuencia de ser una ayuda para comunicar un sentimiento. El hombre se expresa mucho más directamente en momentos de tensión interior, en los que las preocupaciones y las emociones hablan a través de la piel. Esos momentos en que las emociones se desbordan están unidos por la fuerza que emiten. Esa fuerza expresiva es lo que hace que las fotos de Carnaval puedan parecer de Semana Santa y que las de ritos funerarios puedan parecer de Carnaval. Es la fuerza expresiva que también encontramos en los objetos. En mi serie 'La muerte poética de las cosas pequeñas' o en la serie 'Exvots', no está el hombre presente, pero si está el hombre que ha usado esos objetos y ahora los desprecia en el primer caso, o que los usa como oración en el segundo. Esos objetos hablan de lo que han sido, de las personas que los han poseído, de la sociedad que ahora los rechaza o de la relación profunda con el interesado. Son objetos en el lugar que fueron encontrados, pequeñas cosas que normalmente se pisan al pasar, o que han sido depositados como una oración. En mi trabajo, presentado en Vigo Visions de la Bienal del año 1998, sobre los niños de San Francisco, una escuela de niños con problemas psíquicos, sabía cuál era el riesgo más grave: buscar el éxito fácil a través del morbo. El morbo estaba en recalcar lo evidente, en recalcar el posible drama de sus vidas. Sabía que si no huía del drama de esa desgracia real, mi trabajo sería un fracaso total. La belleza de estos niños no está en las caras marcadas por la enfermedad. Esos niños, que casi siempre inducen a lástima, respiran más amor y más sacrificio que las personas normales. Ese fue el trabajo que quería hacer: reflejar la cara oculta de lo que llevan dentro. Estas fotos, como todas, pueden hacer mella y pueden activar emociones, pero no lo dan todo hecho. Es la sensibilidad y el nivel cultural de cada espectador los que terminan y redondean las fotografías. Tengo fama de componer bien, pero no compongo racionalmente sino intuitivamente. Es situar en el visor los elementos donde más fuerza adquieren. Todos los modelos y todos los momentos son buenos, todo depende de si está la foto en ellos o no. Tienes que tener la sensibilidad para entrar en el momento de mayor expresividad, pero la foto no la fabrico, la foto está ahí. Las fotos las encuentras, no las haces. Es como el torero, que no crea el movimiento del toro, pero lo aprovecha. Lo que busco es captar un momento emocional, para enseñar al hombre lo que es el hombre. Detener en el tiempo y limitar en el espacio lo que, normalmente, el hombre no ve. Son esos momentos que pasan inadvertidos y que viven una vez que se presentan parados en una foto. He fotografiado muy poco en mi vida. He salido pocas veces y cuando lo hago, generalmente no disparo muchas veces sobre el mismo asunto. Digo que todo depende del 'duende', porque la fotografía tiene duende. Unas veces llegas a un sitio y no disparas porque no eres capaz de encontrar una foto y al cabo de un rato, ves una foto, la haces y, en esos momentos, empiezan a salir fotos, ha aparecido el duende. Toda la serie de Semana Santa de Barcelona 1957 la hice en media hora del Jueves Santo cuando iba a la Agrupación Fotográfica de Cataluña, donde exponía con Masats y Miserachs. De Santa Marta, casi todo lo que tengo es de una visita del año 62. La calidad de la obra de un fotógrafo está en la auto selección. No han de pasar muchos días para comprobar que la mayoría de las fotos no tienen interés. Al cabo de un año muchas se van auto eliminando. Alguna, con el paso del tiempo, hasta puede recuperarse, pero es un caso excepcional. A veces, una falta de técnica es un alarde de técnica. Una foto movida, desenfocada o mal encuadrada, puede reflejar fielmente la sensación que quieres transmitir. No creo en la obra única. El valor de lo que se hizo no está ligado a romper el cliché. A mi me parece una degeneración del arte el que se pague tres o cuatro veces del valor de una copia actual por una 'foto vintage' simplemente porque se positivó el mismo año que se hizo la foto, o tener la copia una antigüedad superior a los veinte años. Intuyo que mi fotografía se sitúa al lado del hombre. Nunca, ni siquiera con las fotos más duras, tuve la intención de provocar ni de escandalizar. Había una foto en especial, la niña bizca de primera comunión, de la que mis compañeros opinaban que era un poco como abusar de la tragedia humana, pero era una foto que defendí siempre. En la exposición Terré Miserachs Masats de la Sala Aixela en el 59, donde presenté esta foto al tamaño natural, se me acercó un señor, que se identificó como el doctor Pascual y me dijo que la niña no era una bizca, que era un ángel. Me contó que tenía una sobrina deficiente, que iba a hacer la primera comunión y que deseaba que yo le hiciera las fotografías. Le dije que sí y él me dijo que 'bueno', pero ¿cuánto me va a cobrar? y le respondí que la operación de la bizca. Aceptó, localicé a la niña, hice las fotos de la sobrina, operaron a la bizca y al cabo de unos meses cuando fui a Barcelona se presentaron en casa de mis padres, la ex bizca, con su traje de primera comunión, con sus padres y un pollo en la mano, como obsequio. No hice la foto pero la conservo en la mente. Ricard Terré. 2004
Exposición. 13 dic de 2024 - 04 may de 2025 / CAAC - Centro Andaluz de Arte Contemporáneo / Sevilla, España
Formación. 01 oct de 2024 - 04 abr de 2025 / PHotoEspaña / Madrid, España