Descripción de la Exposición En 1996 Miguel Ángel Campano obtiene el Premio Nacional de Artes Plásticas galardón concedido en un momento muy importante, decisivo, en su carrera artística. Queremos con esta exposición, la cuarta de Campano en Pelaires, revisar este período que empieza en el año 1993 y finaliza aproximadamente en el 1998. Si en los años ochenta, para Campano, la historia era el recurso para mostrar la pintura, representando temas y escenas reconocibles que permitieran a la percepción esforzarse sobre la pintura como tal, en los años noventa desaparece toda referencia temática, pero se sitúa a la pintura en el grado cero, en un estadio elemental y básico que permita percibir su origen, su proceso inicial y en cierto modo su vivencia iniciática. El negro sobre blanco remite a la estructura básica del hecho de pintar y dibujar, y desde ahí es posible vislumbrar cuáles son las motivaciones y el sentido. Los trabajos de estos años parecen a menudo grandes ampliaciones de fragmentos o cortes de las formas simples y elementales, han desaparecido las referencias al ampliar detalles, al ocupar todo el espacio con solo la presencia de la pintura. Parece que Campano asume ciertas reglas y trucos de laboratorio fotográfico, reencuadrando, ampliando y reduciendo, utilizando el fragmento como un todo y en ocasiones al revés, el todo como fragmento. De este modo los cuadros se enlazan a través de combinaciones, y ese juego de ampliaciones y reducciones permitirá ejercitar una combinatoria que incida nuevamente en calidades perceptivas. Las formas rectas se combinan con formas ovoides o imperfectamente redondas, lo que va a convertirse en una línea recurrente a lo largo de estos años, como una integración de contrarios y de desequilibrios, entre lo estable y lo inestable. Las composiciones se construyen desde una consideración de los elementos geométricos, y nunca se desdeñan aspectos ornamentales, se profundiza sobre ellos. Las transformaciones se desarrollan siguiendo normas propias e internas. La importancia de ciertas referencias del expresionismo abstracto norteamericano o del minimalismo pictórico, apreciables en su obra entre 1992 y 1994, deja paso a aspectos más ligados a efectos visuales basados en lo geométrico, pero que evitan cualquier connotación normativa, y no alcanzan a implicar nada de lo que podría definirse como arte-óptico. La naturalidad de la mano, esa inmediatez y esos aspectos emocionales presentes en todo su trabajo, se acentúan como si el pintor deseara compensar esas sugerencias geométricas a las que inevitablemente podría conducir el desarrollo de su obra. El hecho de que la pintura de Campano de los años noventa siga un camino ascético de despojamiento y de búsqueda de niveles esenciales parece facilitar la aparición de aspectos de silencio, de reconcentración y de cierto misticismo. Esta es la etapa que ahora abordamos. En 1993- 1994 encontramos los gérmenes de lo que después, a raíz de su primer viaje a la India desarrollará. Promiscuidad y densidad, concentración y multiplicación, campos de formas sin principio ni fin, geometría desigual e irregular son las constantes que definen la obra de Campano hasta 1998. Desde la ausencia se obtiene la presencia, desde la austeridad la complejidad, desde la ausencia de color la máxima intensidad del color... Pocas veces la pintura llega a ser tan pintura, sólo pintura.