Abraham Lacalle escoge cuatro novelas que le interesan transformándolas al código dibujístico del cómic. Eligio a los escritores Cormac McCarthy, Jim Thompson, Thomas Bernhard y Philip K Dick.

Blood Meridian es uno de los textos más sombríos y helados de McCarthy: una saga de miseria y abyección en la cual el hombre es una criatura calda, con un instinto asesino. Construye solo para destruir y nunca gana nadie. Lo que prima son los actos gratuitos, no hay espacio para el remordimiento.

La novela de Thompson nos lleva también al lado oscuro de la vida, dentro de la mente torcida de un psicópata, un matón escondido detrás de la máscara de un payaso insensato, gordo, perezoso, cuya cabeza está repleta de malas palabras y ... clichés. Se trata de un mundo de asesinos depredadores y perdedores sin esperanza, de un mundo perturbador en el cual somos todos sospechosos.

Lacalle encuentra en Dick, precursor del cyberpunk, un ejemplo de autor que explota las posibilidades de la narración para indagar en las tensiones dinámicas de las interfaces tan comunes y abundantes en nuestro mundo mediatizado. Dick argumenta que todo cambia con la tecnología y que vivimos en lo que podría llamarse 'realidades cuestionadas'. La ciencia ficción dramatiza nuestra incapacidad para imaginar el futuro.

La última novela es de Bernhard, La Calera, cuyo léxico es una letanía de palabras obsesivamente cantadas y repetidas: 'Mentecato, desbaratado, arrastrado, repugnante, megalómano, superfluo, abyecto, perverso, innoble, deletéreo, grotesco, imposible, gravoso, prescindible, infame, diabólico, retorcido, falsificado, nauseabundo, devastador vanidoso, cleptómano, intelectual bajo, brutal, renqueante, repulsivo, sin interés, abominable, deformado, desequilibrado, vacío espiritualmente'.

Términos que podríamos aplicar a casi todo el mundo que conocemos.