Descripción de la Exposición Lo que me interesa es la lectura de la acción con relación al marco, al espacio y a la imagen. Si algún día la palabra del Filósofo justificase los juegos marginales de la imaginación desordenada, ¡oh, entonces sí que lo que está en el margen saltaría al centro, y el centro desaparecería por completo! ¡A los márgenes!, de la misma forma a como antes se arengaba: ¡a las barricadas! Éste podría ser el grito de guerra, de movilización de fuerzas para Alejandra Freymann si no fuera porque uno advierte con claridad, frente a estas imágenes, cómo la suya es una estrategia que echa mano de violencias mucho más discretas y soterradas, casi imperceptibles, aunque no por ello menos decididas ni eficaces. Freymann se repliega, sí, hacia los márgenes; igual que previendo el fragor del combate uno se parapeta en las trincheras: con la esperanza de hacerse allí más fuerte y compacto, más resistente al envite, hasta mantener en línea el avance de otra realidad. Lo que queda frente al muro defensivo es el campo de batalla. También para Feymann el plano de representación diríase un territorio vacío, por momentos desolado, donde, aquí y allá, se suceden escaramuzas entre la figura y el fondo, los seres y los enseres, el mundo de las cosas vistas y soñadas. En cada una de esas pequeñas peleas, de esos focos de intensidad se anuda o se concentra la narración, pareciendo imposible desatarlos sin que el resto del lienzo, o del papel, se destense... Toda la fragilidad de las imágenes de Freymann, lo adelanto ya, está sostenida por una fuerza inamovible, articulada con una tensión y una determinación inquietantes, perturbadoras en manos de alguien tan joven como ella. Así ocurre, en efecto, con respecto a las terribles pasiones que maneja allí dentro; o con el chocante mundo de afectos y desencuentros entre el ser humano y las cosas, o entre el ser humano y la naturaleza, que tan a menudo parafrasean sus cuadros y sus dibujos. Todo el empuje emocional que irradia la obra de esta jovencísima artista nacida en Xapala, México, hace veinticinco años, parece a punto de haber cristalizado en el mismo instante en que lo descubrimos. Todo sistema estético, más que ningún otro, se ve afectado por la presencia del observador, que le imprime un sentido ?una orientación, dirección teleológica, en el caso del autor que necesariamente contempla su propia obra mientras la crea-. Las escenas de Freymann dejan su significado en suspenso en el momento de ser abordadas por el espectador, quien interrumpe al llegar y plantarse frente a ellas ese fatigoso, onírico e intranquilizador trajín de sus imágenes. Pese a todo, un especial dispositivo, muy cuidado por la autora, las lleva a detenerse siempre en el momento pregnante que aventura lo por venir en igual medida a como explica lo sucedido. Lo que se encuentra a punto de disolverse en la nada, volviéndose definitivamente inasible a la vista ?pero, ¡ojo!, valga la paradoja, no a la intuición ni al olfato de quien contempla estas imágenes-, lo es no por invisible, sino por oculto. Quiero decir que Freymann no parece de esos artistas empeñados en poner en evidencia, o si se prefiere, en escena(-s), un hipotético flujo espiritual que atravesaría su obra, y a ella misma, de forma más o menos incontrolable; no, nuestra protagonista hoy escapa de ese filo peligroso, tan del gusto del artista en ciernes, que ve cómo el potencial del expresionismo se pone al servicio de su necesidad de expresión, pues ella trabaja con un método más desconcertante. ?El hecho de tapar aparentemente sin contemplaciones gran parte de los cuadros no es un capricho, sino una parte fundamental en el proceso de algunos cuadros. Podría hablar de ellos como ?cuadros producto del error y la testarudez de querer terminarlos?, aunque aquí la palabra ?error? sí es un capricho. Al principio hay una idea. Esa idea ya es una imagen. Esa imagen ya contiene un orden: el trabajo es hablar de su codificación.? Como se ve, Freymann lo tiene más que claro; es necesariamente entre sus manos que el orden mental inicial se transforma, mediante un proceso de codificación, en una nueva imagen. Quizá por eso el resultado parece casi prendido con alfileres del propio plano de representación, y su dibujo y pintura se mantienen al borde mismo de lo que se nos niega a la vista: no hay nada que mirar... ¡Pero no!, un momento, allí dentro..., hacia los bordes, algo se mueve... Cosas, historias, sentimientos cosquillean la mirada desde los márgenes. Mientras la cosa se pone esquiva en el resto del campo visual, minúsculos personajes trajinan nadie sabe muy bien en qué; pululan y se afanan; se prestan a metamorfosis inviables. De aquí para allá, realizados con una perfección técnica deliciosa y un pulso sorprendente, las figuras se encogen hasta más no poder, hasta la miniatura, con afán de discreción; quizá también con algo de auténtico miedo a ser borradas de un plumazo, tal y como han visto que ocurre sin demasiados miramientos en áreas mucho más grandes y significativas de las que ellas mismas ocupan: el centro del cuadro, por ejemplo, o la casi entera superficie del cuadro; en cada caso a golpe de capas superpuestas, convertido ambos en una incipiente abstracción. Al final la estrategia de Freymann se demuestra tremendamente efectiva para subyugar a quien mira. Por un lado, sus pinturas y dibujos admiten una lectura donde se privilegien los efectos ornamentales, formalistas, y en la cual el campo de batalla es, a la postre, un lugar de descanso, el valle donde las cenizas fertilizarán la belleza. Por otro, la continua refutación de su evidente voluntad para organizar una trama, donde la competencia entre los propios medios de la disciplina pictórica y dibujísitica se imponen alternativamente al orden del relato, hacen que sus trabajos tengan una ambivalencia, una ambigüedad ciertamente enriquecedora. Por último, aunque no menos importante, desde luego, está aquello que de fabuloso tienen los jirones narrativos que sus focos de figuración explícita empiezan en cada momento a querer organizar sin desembocar nunca en alguna moraleja concreta. Lo onírico (?Todo el sueño posible está en las cosas que ya sabemos?, dice la artista), no es aquí tanto lo surreal del sueño como lo todavía por completar lógicamente del duermevela. Como en este fascinante estado, ?No hay apenas distancia, el acontecimiento sucede en todos los planos a la vez?, por volver a citarla. Obsérvese que, como es lógico, no dice ?en todos los puntos a la vez?, y eso que el plano no es sino geométricamente una sucesión extensiva de ellos... No, Freymann es consciente, aunque sea entre sueños, y aún a pesar de su corta experiencia, de que en la pintura y en el dibujo que ella practica la elección exacta de la punción es determinante, igual que lo es, en las barricadas, elegir estratégicamente la posición de cada una de las armas de fuego que nos defienden de esa otra realidad que avanza y se nos echa encima. ÓSCAR ALONSO MOLINA. [Madrid, Abril de 2008]
-Alejandra Freymann-
-Guillermo de Burgos-
Exposición. 17 dic de 2024 - 16 mar de 2025 / Museo Picasso Málaga / Málaga, España
Formación. 01 oct de 2024 - 04 abr de 2025 / PHotoEspaña / Madrid, España