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La mirada del deseo

Exposición / Museo de la Universidad Nacional Tres de Febrero (MUNTREF) / Valentín Gómez, 4838 (frente a la estación) / Caseros, Buenos Aires, Argentina
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Cuándo:
28 may de 2010 - 10 sep de 2010

Inauguración:
28 may de 2010

Comisariada por:
Lourdes Moreno

Organizada por:
Museo de la Universidad Nacional Tres de Febrero (MUNTREF)

Artistas participantes:
Pablo Picasso

       


Descripción de la Exposición

La exposición propone, a partir de una selección de más de 60 obras sobre papel, un recorrido por diferentes momentos de la producción del artista: desde el cubismo con trabajos como Mademoiselle Léonie, de 1910, pasando por las miradas de Picasso sobre iconografías clásicas de la historia del arte como Salomé, de 1905; o en las variaciones sobre un tema de Lucas Cranach, de 1949, o de Delacroix, de 1955; más la posibilidad de seguir sus procesos creativos en la extensa serie de 1945 Dos mujeres desnudas, hasta trabajos de sus últimos años como Burdel. Charlatanas con loro, Celestina y retrato de Degas, de 1971. Con curaduría de Lourdes Moreno, directora de la Fundación Pablo Ruiz Picasso, y la coordinación académica de Diana B. Wechsler, investigadora del Conicet y Directora de la Maestría en Curaduría y en Artes Visuales de la UNTREF, la exposición cuenta con el auspicio de la Unidad Bicentenario de la Secretaría General de la Presidencia de la Nación.

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Surge La mirada del deseo como un intento de reflexión sobre el instinto creativo más primario de Picasso. Un instinto que marca un ritmo constante y permanente en su obra. Una obra dónde puede sentirse la creación como forma de apropiación del objeto. El apetito derivado en creación. El impulso plasmado en la obra. El afán de posesión para obtener placer, subyugado, pero latente en la creación. Y la obra como resultado que establece un vínculo especial entre un objeto, pasivo, un sujeto, activo y creador, y un espectador frecuentemente sorprendido.

 

La obra de arte en Picasso no es sólo el resultado del deseo, sino que, generalmente, busca la conmoción. Picasso pretende sacudir, remover y agitar; persigue la revolución, la revuelta y el disturbio; eso es la emoción a través del arte, nunca la indiferencia. De ahí la desproporción, el nuevo concepto de belleza, la ruptura de la perspectiva tradicional, la mirada hacia otras formas de representación diferentes a las del arte occidental. El siglo XX fue un momento muy especial de la disonancia plástica, y muchos creadores lo entendieron así: Arthur Rimbaud, Alred Jarry, James Joyce o Igor Stravinsky. Pero en Picasso la disonancia confluye con el deseo y la obra surge desde lo sensorial, pero unida indisolublemente a la investigación plástica.

 

La mirada del deseo está organizada en ocho capítulos diferentes, con más de sesenta obras, a través de las cuales aparecen representados distintos estilos y lenguajes usuales en Picasso, cubismo, clasicismo, surrealismo, junto a otros grabados con expresiones de un cierto manierismo tardío. El hilo conductor es la representación del cuerpo humano y sus posibilidades estéticas, la mayoría de las veces, no podía ser de otra forma en Picasso, los cuerpos femeninos son los protagonistas.

 

El primer capítulo aparece con la representación de los personajes mediante el lenguaje cubista y está representado por cuatro obras. Dos de ellas están vinculadas a la relación de Picasso con Max Jacob, el poeta, amigo y generoso compañero de los primeros años de especial dureza profesional y económica. Ciertamente Jacob es el autor de los textos de dos de los libros a los que pertenecen los grabados de Mademoiselle Léonie y Mujer desnuda con guitarra, esbelta la primera, ocupando verticalmente el espacio y la segunda unida a uno de los habituales instrumentos de música durante el cubismo, ambas están envueltas en el misterio que otorgan las facetas y la disección de planos del cubismo analítico y son unos de los escasos ejemplos de grabado cubista. Junto a ellas, Homme couché et femme accroupie, de creación mucho más tardía en el tiempo, que aporta dentro de su manierismo estilístico, una simplicidad y geometrización absoluta.

 

El segundo apartado quiere profundizar en las posibilidades de la creación como tal. Los cuerpos creados representan el taller del escultor, la relación de la modelo con el pintor, el creador y su admiración por la musa y el resultado definitivo de la obra de arte. Es el momento de la relación a triangular, peculiar menage a troi entre el pintor, la modelo y la obra, enmarcados por el espacio donde este fantástico hecho ocurre. De esta forma ilustró Picasso la fábula de Honoré de Balzac Le chef d'oeuvre inconnu, ese magistral relato que hace referencia al ideal de belleza, al conflicto interno en el que se mueve el creador y la imposibilidad de plasmar un ideal en su plenitud. Los cuerpos creados sitúan al espectador como un voyeur en un juego de miradas múltiples, de vectores que se cruzan en el espacio. El pintor mira a su obra y a su modelo y ésta aparece en ocasiones ausente. Pero, además, hay un juego sutil de la creación y aparece el cuadro dentro del cuadro. El espectador es también partícipe en esa relación creativa. Hay un intento de Picasso de desentrañar el momento creativo en si, y al igual que en el final de la novela de Balzac, la Obra maestra desconocida finalmente se escapa, es imposible captar ese momento mágico, es quimérico cazar lo intangible y otorgarle una materia que no le corresponde. En ocasiones el juego visual se duplica y aparece el cuadro o la escena en la que se ha inspirado el pintor y, también, el cuadro finalizado; así ocurre con el Pintor y su modelo (1930), todo ello conviviendo en un mismo espacio que a su vez es contemplado por ese voyeur ya convencido y entregado que es el espectador.

 

La mirada y el deseo caminan unidos, más que nunca, en Los cuerpos observados, escenas donde el desnudo, de nuevo femenino, es observado con avidez y concupiscencia. Los cuerpos observados han sido temática tradicional del arte desde siempre, -Diana cazadora, sorprendida en el bosque cuando intentaba llevar a cabo su íntimo aseo, el rey David asomado a la muralla de su palacio para contemplar el bello cuerpo de Betsabé, o la casta Susana observada en su baño por los ancianos-. Son temas que hacen referencia al deseo de la mirada oculta, un deseo que no es correspondido porque la otra parte está ajena a dicha situación. En los cuerpos observados pueden apreciarse dos situaciones distintas, la de una mirada furtiva, oculta, de un ojo que ve sin ser visto, y la de escenas en las que el individuo abiertamente sabe que es motivo de esta mirada y responde con auténtico impudor ante ello. Ambas situaciones, pero especialmente la segunda, han sido ironizadas por Picasso en las representaciones ejecutadas en sus últimos años, donde los cuerpos y las situaciones son especialmente grotescos, incluido el de Venus, diosa amante. Muchas de estas escenas rozan la obscenidad con personajes que actúan con descaro y desvergüenza, mostrándose observados y disfrutando con ello, este hecho además viene subrayado cuando ya no se trata de la mirada a un solo cuerpo sino a un grupo de ellos.

 

El Mediterráneo aportó a Picasso una forma de ser y de estar en la vida, sobre todo, una forma de sentir, porque en el mundo mediterráneo la vida es más un deseo que un significado. El Mediterráneo aportó a Picasso una formación y una temática. A través de su padre y de sus visitas a los museos, como el Prado, el joven pintor aprendió pronto cuales eran sus referentes estilísticos, los maestros del pasado como Velázquez y Goya, y la antigüedad clásica, a través del aprendizaje de la copia de yesos de esculturas. La belleza de los cuerpos de la etapa clásica de Picasso ha hecho olvidar la ruptura del pintor con el mundo tradicional. Picasso se divierte y juega conjugando novedad con el pasado. De este momento son bellos desnudos de cánones y proporciones equilibradas, de línea fluida y las referencias a un pasado inolvidable. Grecia y Roma se asoman en las composiciones de estos grabados.

 

Puede que la mujer fuera un enigma para Picasso y que ávido de curiosidad intentara descifrar su secreto con una pertinaz insistencia. De esta forma casi legendaria, podríamos explicar la presencia absoluta y dominante de este tema en su obra. El eterno femenino abarca en Picasso tantas sutilezas y variaciones que es además un tema con muchos asuntos, la amante, la niña, la madre, la hermana, la pasión, la belleza, el sexo, el deseo...La mujer y sus mujeres, aprehendidas en el trazo de su mano, fundidas en los colores de su paleta.

 

El harén, tema de moda en el siglo XIX por su exotismo, es también recogido por Picasso, primero de la mano de Delacroix y de las paráfrasis y homenajes a otros pintores. El harén es el momento de las confidencias femeninas en espacios cerrados, donde la figura masculina suele estar ausente. Estas confidencias, que también pueden convertirse en un enfrentamiento es el asunto de la serie dos mujeres desnudas, realizada entre 1945 y 1946, donde Dora Maar y Françoise Gilot, pasado y presente, aparecen enfrentadas en un espacio cerrado, entre biombos y cortinas. Las series permiten a Picasso introducir cambios formales y estilísticos en un mismo asunto, y tienen la virtud de plasmar paso a paso el proceso intelectual y creativo, tal y como el mismo declaró, pero, además, las series tienen una cadencia sensual, un ritmo persistente de bolero, un compás que va penetrando paulatinamente, persistentemente. De esta forma, las series son letanías de apropiación, son maneras diferentes de explicar el mismo asunto, pero también de poseerlo.

 

Y por último, el capítulo dedicado a la propia biografía del pintor donde sus mujeres se asoman a sus obras. Sorprendentemente, todas ellas, esposas y amantes, aceptaron el pago de convivir no sólo con el genio sino de evolucionar desde la postura de personajes anónimos para convertirse en protagonistas de sus cuadros. Cruzaron la frontera del anonimato para convertirse en historia. Françoise Gilot, madre de sus hijos Claude y Paloma, rostro de la mujer flor y la alegría de vivir, protagonista de la serie, mujer sentada en un sillón, y Jacqueline Roque, su última compañera, la esfinge altiva y distinguida, que guardó celosamente los últimos días del genio.

 

La mirada del deseo pretende llevar ante el público argentino una revisión sobre una de las pulsiones más poderosas en Picasso, el deseo. El deseo que le llevara a trabajar compulsivamente, intentando apropiarse de la persona, del cuerpo femenino, del objeto y de la belleza, y al mismo tiempo de la destrucción de la misma, convirtiéndose Picasso en síntesis y antítesis permanente de sí mismo.

 


Imágenes de la Exposición
Pablo Picasso

Entrada actualizada el el 26 may de 2016

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