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La muestra reúne una selección de fotografías de distintas cronologías realizadas por creadores anónimos, desconocidos o ignorados, tal como reza el epígrafe de la exposición. El objetivo que persigue esta exposición es subrayar la importancia de la fotografía más allá del autor, arrojando una mirada crítica hacia el proceso de fetichización que sufren las imágenes por el simple hecho de llevar una firma.

Se trata de fotografías 'huérfanas que responden por sí mismas más allá de la autoría, por la propia belleza de la imagen, por la historia que cuentan, cómo la cuentan y por todo lo que esconden de vida que sucedió frente al objetivo', explica Lidia Gil en el texto que acompaña la exposición.

El conjunto de imágenes seleccionadas está dividido en tres bloques temáticos: retratos, grupos y paisajes. Dentro de ellos, puede encontrarse una vieja mina abierta en la tierra, un bulevar parisino, una escena callejera en el norte de África, una ninfa recogiendo conchas en una orilla del mar sugerida en el estudio, una niña coloreada oliendo una flor, una recién casada de los años veinte con sus damas de honor, una puesta de largo, una orla universitaria de 1899, el retrato de grupo de un viaje a Fátima, el mago James Birdsong o el 'duende' en la Corrala de la Morería en Madrid.

Las técnicas y los procesos de revelado son igualmente diversos, incluyendo la albúmina, la goma bicromatada y las fotografías coloreadas. Alguna data de finales del siglo XIX y posee, apunta Lidia Gil, 'el encanto indescriptible de otros tiempos, de una época ya lejana, no tanto por los años como por el cambio de paradigma al que asistimos desde hace dos o tres décadas. Son de una época en la había muy pocas fotos y muy pocas imágenes, una época previa a esa conquista de la ubicuidad que preconizara la fabulosa lucidez de Paul Valéry. Quizás por ello éstas guardan aún ese aura de lo auténtico y único, de lo original'.