Descripción de la Exposición
La mayor parte de las religiones interpretan la muerte como un nuevo origen, el renacimiento en algún plano distinto del que se abandona. Tras esa fe late un universal impulso de resistencia hacia la extinción que, en culturas como la occidental, se opone también al olvido particular de quienes fuimos y de lo que hicimos. Pero hay muertes que, ya a esta parte de la raya, en esta vida, prenden por sí mismas algún tipo de nuevo comienzo; muertes que, casi de inmediato, se ven de algún modo contestadas con el denuedo del recuerdo y de la vindicación.
Así le ha sucedido a Aurelio Leonardo Suárez Fernández. Hace poco más de siete años, cuando dejó este mundo discretamente el 10 de abril de 2003, su nombre, incluso para la mayor parte de los entendidos, se asociaba a cuatro vagos lugares comunes: un peculiar surrealista provinciano, hosco y esquivo a todo tipo de publicidad, extremadamente apreciado por los expertos pero del que sólo se podía acceder a una estimable colección en el Museo de Bellas Artes de Asturias y a algunas piezas sueltas en la trastienda de algún galerista de Gijón; una suerte de misántropo al que se le atribuía una obra originalísima pintada con obsesivo sistematismo, además de atrabiliarios pareceres sobre su ciudad y sus paisanos; una mezcla gijonesa y peripatética de El Bosco, Arcimboldo, los vanguardistas más inmaculados, Morandi, Salinger, Walser y otros ilustres visionarios, excéntricos y solitarios emboscados. En definitiva, lo que la jerga literaria y artística suele clasificar bajo el marbete 'Un raro'.
Estos años que han seguido a su muerte han servido para confirmar, una vez más, la pobreza de las etiquetas. Han sido años de revisión, corrección y ampliación de ese sucinto informe deformado por la oralidad contagiosa e imprecisa de la leyenda. Y sobremanera para la divulgación de un legado que asombra: por la calidad que ya en vida se le atribuyó, por una abundancia y una variedad insólitas y por lo inclasificable de ima personalidad artística con muy escasos parangones. Aurelio y lo aureliano se han ido revelando como una rica singularidad, refractaria a cualquier etiqueta que no fuera el propio aurelianismo que él mismo, consciente de ello, autoacuñó, y envuelta -eso es verdad- en un ropón cuidadosamente tejido de reticencias, aprensiones e idiosincrasias.
El primer centenario del artista, que nació el 14 de enero de 1910, se antoja un excelente momento para revisar el modo en que -a falta de un abordaje sistemático y profundo de una obra a la que se pueden aplicar esos mismos calificativos-, la leyenda se ha esclarecido en hechos, y la rareza ha pasado, como elogio, del personaje al artista y, ante todo, a su obra. El proceso, alentado casi siempre por su hijo, Gonzalo Suárez Pomeda, y apoyado por patrocinadores privados y ocasionalmente públicos se ha plasmado en un reingreso en los circuitos del arte de los que él mismo se había autoexiliado y en un reguero de publicaciones en torno a su obra, su vida y su entorno. Además, pocos meses después de su fallecimiento, la obra de Aurelio experimentaba una notable revalorización tras el récord de cotización en subasta del óleo Olor a soga y, recientemente, pasaba a formar parte del primer centro público fuera de Asturias con la compra de otro óleo, Lunafilia, por el Museo Patio Herreriano de Valladolid.
Toda esa agitación se iniciaba ya en 2003 con el homenaje del Museo de Bellas Artes de Asturias. Al año siguiente se sumarían la Galería Durero, poseedora de una notable reserva aureliana, y el Museo-Casa Natal de Jovellanos, donde por primera vez se exhibió una serie casi completa de bocetos: 'mundo onírico'. En 2005, dos muestras ofrecieron sendas panorámicas que revelaron la apabullante fecundidad de Aurelio: la primera, un recorrido por todas sus series de bocetos, en Durero, y la segunda, una extensa selección de todos sus formatos en la ovetense Vértice. Aurelio regresó al Madrid donde había expuesto en la década de 1930 por la puerta de Guillermo de Osma -y, con esta sala, a escaparates como ARCO- y protagonizó un ciclo de tres monográficas en torno a diversos motivos y series en veranos consecutivos (2007-9), en la galería Cornión. Otro tema aureliano por excelencia, la mujer, se revisó en El Museo Antón de Candás en 2008, todo ello al margen de su presencia en varias colectivas de distinta índole.
Respecto a las publicaciones, además de los catálogos y una muy abundante hemerografía en la prensa regional, se han editado cuatro monografías sobre diversas facetas de la obra, la biografía y los temas aurelianos; un volumen sobre el padre del artista y su creativa familia, y una batería de originales publicaciones que han diseminado la imaginería del pintor en formatos populares o de coleccionista: diez estuches de postales; marcadores de libros; carteles; series de calendarios de mesa y pared, y varios libros de láminas.
Como no podía ser de otro modo, el año del centenario concentra un programa de actividades que se desplegará en cuatro frentes principales: una exposición de la obra perteneciente al Bellas Artes acompañada de un estudio en profundidad de la misma, junto a una exhibición de efectos personales que permitirán adentrarse en la intimidad del taller y la vida doméstica del pintor; una muestra de la singularísima obra escultórica y los objetos cotidianos intervenidos por la creatividad de Aurelio, en el Museo Antón de Candás; otra exposición dedicada, en la Biblioteca Pública Jovellanos de Gijón, a la relación de Aurelio con los libros y todo lo relacionado con el mundo del papel impreso y, a modo de recapitulación de todo lo anterior, un repaso en la galería Cornión de toda la actividad que se resume en estas líneas y que, vista en perspectiva, debería acumular suficiente masa crítica para permitir que el singular legado de Aurelio Suárez rebase los límites de Asturias.
Exposición. 19 nov de 2024 - 02 mar de 2025 / Museo Nacional del Prado / Madrid, España
Formación. 23 nov de 2024 - 29 nov de 2024 / Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (MNCARS) / Madrid, España