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Refugio frente a la tormenta. Miradas al exilio desde la Colección MUSAC

Exposición / MUSAC - Museo de Arte Contemporáneo de Castilla y León / Avda. de los Reyes Leoneses, 24 / León, España
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Cuándo:
09 jun de 2018 - 18 nov de 2018

Inauguración:
09 jun de 2018 / 17:00

Horario:
Martes-viernes de 11:00 a 14:00 y de 17:00 a 20:00 h. / Sábados, domingos y festivos de 11:00 a 15:00 y de 17:00 a 21:00 h. Lunes cerrado por descanso semanal

Organizada por:
MUSAC - Museo de Arte Contemporáneo de Castilla y León

       



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Descripción de la Exposición

Se describe el exilio como la separación de una persona de la tierra en que vive, y al exiliado como un expatriado, generalmente por motivos políticos. Usamos el término migración para aludir al desplazamiento geográfico de individuos o grupos, habitualmente por causas económicas o sociales y, por tanto, el migrante es la persona que migra. Estos cuatro términos, que parecen complementarse o bien ser unos consecuencia de otros, en cualquier caso, hacen referencia al abandono de la tierra de origen de una persona o un grupo para asentarse en otra tierra y empezar de nuevo. Refugio frente a la tormenta. Miradas al exilio desde la Colección MUSAC aspira a compartir con el espectador retazos del desarraigo, la melancolía y el extrañamiento que la separación de la tierra, la cultura y los afectos de origen produce, y aspira a hacerlo a través de distintos relatos de artistas que con una sensibilidad precisa ponen el punto de mira en el sentimiento individual y colectivo de la añoranza. La exposición, que puede visitarse a partir del 9 de junio, exhibe un total de 18 obras de 15 artistas de las colecciones del MUSAC y de Arte Contemporáneo de la Junta de Castilla y León: Babi Badalov, Agustín Casillas, Sebastián Gordín, Chus Gutiérrez, Diango Hernández, Isaac Julien, Leonilson, Rogelio López Cuenca, Ángel Marcos, Shirin Neshat, Thomas Ruff, Eloísa Sanz, Hiraki Sawa, Do-Ho Suh, Isidro Tascón, Darío Villalba. La Organización Internacional de Migraciones (OIM), señaló que en 1965 había un estimado de 75 millones de migrantes alrededor del mundo, cifra que en el año 2002 había aumentado a 175 millones como consecuencia del proceso de globalización y el cambio de perspectiva en las condiciones económicas y sociales de los individuos. En la actualidad esta cifra se ha disparado hasta los 245 millones y se prevé que siga aumentando, debido a que las variables que determinan la movilidad humana (diferencias económicas, hambre, opresión totalitaria, xenofobia, represión, guerras de diversa índole…) tenderán a consolidarse o, peor aún, intensificarse. Este mismo organismo internacional señala que en el año 2050 el número de migrantes internacionales superará los 400 millones. La migración, la expatriación y el exilio son tres constantes en la historia de la humanidad, y hoy, al igual que siempre, siguen afectando a millones de personas. Basta asomarse a los informativos para darse cuenta de que es una realidad a la que muchas veces le damos la espalda, sobre todo ante la vergüenza que genera nuestra propia reacción y los relatos de xenofobia, racismo, violencia y precariedad que, como un estigma, arrastra consigo. Esta movilidad y permanente desplazamiento de personas, de información, de culturas ha generado la propagación de un sentimiento generalizado y agudo de nostalgia. Svetlana Boym señala que esta nostalgia puede ser de dos tipos; una irreflexiva y restauradora que se considera a sí misma como verdad y tradición y que pretende reconstruir el hogar perdido y remendar los huecos del pasado –es la nostalgia propia de los nacionalismos- y otra reflexiva, que se centra más en la añoranza, la pérdida y en el proceso imperfecto del recuerdo. Ésta última está más relacionada con el recuerdo cultural e individual. El exilio, bien sea voluntario o forzoso, descontextualiza a las personas de su “entorno” natural y genera un proceso de desintegración de su identidad sociocultural, de tal manera que se produce un extrañamiento no sólo con respecto al nuevo “hogar” sino también con respecto al recuerdo del hogar que han dejado atrás. La exposición Refugio frente a la tormenta se articula a través de tres líneas argumentales, que no necesariamente se reflejan en su distribución en el espacio, ya que todas las obras son susceptibles de lecturas más amplias que permiten al espectador compartir sus impresiones sobre el extrañamiento del desarraigo. Por una parte, haría referencia a las expectativas, la ilusión, el sueño de bonanza y seguridad que motiva la salida, salvar la vida, el anhelo del fin de las dificultades, el respeto a las ideas, la tolerancia a la diferencia, la integración… el canto de sirena de las sociedades más prósperas. Dentro de esta línea argumental estarían las obras de Ángel Marcos Alrededor del sueño 15 y Alrededor del sueño 23, en las que se hace referencia a la ciudad de Nueva York como una nueva tierra de promisión que atrae a un sinfín de emigrantes que ven en ella el primer paso para la consecución del tan manido sueño americano. También se incluye aquí una pequeña pieza de Agustín Casillas, Emigrantes, una escultura en la que en un mismo amasijo de hormigón se representa a dos personas acarreando sus enseres en un gesto que manifiesta una huida rápida. Por su parte, la obra de Rogelio López Cuenca No/W/here, que, mediante el juego con el lenguaje y la asociación con una imagen antigua que representa a unos migrantes en el proceso del viaje, pone de manifiesto el vértigo y la incertidumbre de la salida. La combinación de las letras puede dar lugar a las siguientes ideas; no dónde, ahora dónde, no aquí… Finalmente, la pieza de Isaac Julien Paradise Omeros narra la experiencia de un viaje de ida y vuelta desde el Caribe al Londres de los años 60 y aborda los problemas de adaptación que sufre el protagonista durante el periplo. Esta pieza hace además alusión específica a las dificultades de adaptación derivadas del desconocimiento del idioma del lugar de acogida. El lenguaje es uno de los elementos definitorios de la identidad cultural y es por tanto, esencial para la integración. En este sentido, la obra Babi Badalov Poetry on textile trata específicamente esta cuestión, sobre las barreras y bordes del lenguaje y sobre su capacidad para crear límites por una parte y nuevas realidades por otra. Además, el artista no puede desvincular sus experimentos con el lenguaje de su propia realidad vital de permanente exiliado y refugiado político que habla 7 idiomas distintos. Por su parte, en la pieza de Isaac Julien hay una referencia expresa al lenguaje cuando se exige al protagonista del vídeo que se exprese en inglés. Una segunda línea argumental abordaría la añoranza, la necesidad de arraigo y el anhelo de lo abandonado, la perenne sensación de no pertenencia a ninguno de los dos hogares, que se desarrolla una vez asentados en la nueva tierra; bien porque se constata que el sueño no era tal, o bien porque la imposibilidad (o la falta real de deseo) del retorno magnifica la bondad de lo dejado atrás. En este apartado encontramos la obra de Chus Gutierrez El inmóvil viaje, en la que la artista hace un retrato emocional de la experiencia de la partida y el dolor del abandono de distintos emigrantes latinoamericanos asentados en Madrid, a través de cartas que éstos escriben a la familia que han dejado atrás. Por otra parte, las obras de Diango Hernández Leaving Room partido y Silla Azul II de Eloísa Sanz Aldea tratan sobre la fragmentación y sobre cómo un “todo” partido en dos se puede sostener pero nunca está completo. Por su parte, la pieza de Do Ho Suh 348 West 22nd St. Apt. A, New York, NY 10011(corridor), que reproduce parte de su apartamento en Nueva York, manifiesta la necesidad de sentirse en casa; la necesidad de “su hogar” allí donde se encuentre y por ello concibe su apartamento de NY cómo una tienda de campaña que se pueda montar en cualquier lugar y darle refugio y amparo. También las obras de Hiraki Sawa Eight minutes y Dwelling trabajan sobre el concepto del desplazamiento, la movilidad, la melancolía que conlleva y la necesidad de sentir un hogar. Finalmente, dentro de este apartado argumental se encuentra también la pieza de Isidro Tascón Heimweh, en la que reproduce las ruinas del salón de los espejos de la sala de baile Clärchens Ballhaus, tal como quedó tras los bombardeos de la segunda guerra mundial. Con esta pieza el artista reflexiona sobre el paso de tiempo y sobre cómo los edificios se convierten en la memoria de la historia presente en nuestro tiempo, en testigos de los acontecimientos ya pasados que han marcado la vida de las ciudades y de sus habitantes. En este caso, a partir de esta fotografía, Isidro Tascón alude también al doble exilio vivido por los habitantes de Berlín con la construcción y posterior derribo del muro, uno de tantos muros de la vergüenza erigidos a lo largo del siglo XX. El último apartado argumental haría referencia al exilio como condición, entendido como un ostracismo usado como castigo al otro, al diferente, al que no piensa igual, al que es de otra manera, al que se expresa y su expresión es minoritaria, al que va a contracorriente… a todo aquel que se opone al pensamiento único sea éste cualquiera que sea. Al igual que en el caso anterior, las obras que se incluyen aquí son interpretadas desde uno de sus múltiples y posibles significados pero en ningún caso se pretende la reducción de la mismas a un único punto de vista. En esta línea argumental encontramos la obra de Shirin Neshat The Last Word, en la que con un exquisito lirismo nos hace asistir al juicio sumarísimo de una mujer en la que todos los jueces son hombres y en la que es acusada de ser peligrosa. La mujer permanece en silencio hasta que hace un alegato final en forma de poema recitado en farsi defendiéndose con la palabra, precisamente, la palabra que le había sido negada. En esta pieza se narra la historia de Shahrnush Parsipur, que aclamada por su novela Mujeres sin hombres, fue encarcelada tanto bajo el régimen del Sah como por el fundamentalismo de la República Islámica de Irán, y posteriormente se exilió a EE.UU. En esta misma línea está también la obra de Leonilson Sua montanha interior protetora, en la que una figura humana con un volcán en el pecho se protege, en el interior de una montaña, de una serie de ojos que le observan y que le lanzan miradas en forma de una especie de lluvia. Leonilson manifiesta así su necesidad de refugio interior y de afirmación personal frente al juicio externo. La obra de Darío Villalba Místico representa a uno de los múltiples “excluidos” sociales, apartados de la sociedad bien por la locura, el delito, la miseria, la enfermedad y el dolor. Esta obra se incluye en este apartado y en la exposición como metáfora del exilio perenne y endémico al que conlleva la marginalidad. En este mismo sentido se trabaja con la obra Ahmed de Pierre Gonnord. Finalmente, la obra de Sebastián Gordín Justine representa el ajusticiamiento de Justine Moritz; acusada injustamente de uno de los crímenes cometidos por el monstruo creado por Victor Frankenstein en la novela de Mary Shelley. Justine hace una confesión falsa del crimen, incapaz de hacer valer su inocencia ante una sociedad que ya ha emitido un juicio y que busca culpables ante la incapacidad de hacer autocrítica. De la misma manera, el propio monstruo no es sino responsabilidad de la misma sociedad que rechaza lo extraño sin aventurarse a profundizar en su comprensión.


Obras expuestas en Refugio frente a la tormenta. Miradas al exilio desde la Colección MUSAC (1 Obras)

Imágenes de la Exposición
Ángel Marcos, Alrededor del sueño 15, 2001. Colección MUSAC — Cortesía del MUSAC

Entrada actualizada el el 08 jun de 2018

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