Descripción de la Exposición
Débora Arango nació en Medellín a comienzos del siglo pasado. La pintora antioqueña trabajó y experimentó durante su polémica carrera con la acuarela, el óleo y la cerámica. Fue alumna del maestro Eladio Vélez, reconocido acuarelista de la ciudad, y del muralista antioqueño Pedro Nel Gómez, de quien heredó su pasión final por la pintura en gran formato y por la pintura al fresco, técnicas que sin embargo nunca aplicó debido a las limitaciones a las que estaban sujetas las mujeres de su época. Es a Gómez a quien la pintora reconocerá como su gran maestro.
Arango también se formó fuera del país. En México, en la Escuela de Pintura y Escultura de la Secretaría de Educación, fue alumna del maestro Federico Cantú Garza, pintor de una generación posterior a la de los muralistas Rivera y Siqueiros. En España estudió en la Escuela Central de Bellas Artes de San Fernando en donde estudió dibujo del desnudo, se consolidó en pintura y técnica mural, y aprendió fórmulas como la del imprimante para lienzo o pintura al temple.
A pesar de que durante su carrera desarrolló un estilo propio, su obra se emparenta con una vertiente de la pintura moderna latinoamericana que retrata la realidad social desde el contexto local: la representó tal y como era entonces, sin temores, tabúes o prejuicios; esa franqueza, sumada a sus retratos de mujeres desnudas, hizo que su obra fuera la causa de fuertes polémicas. A lo largo de toda su producción artística, Débora Arango retrató y analizó algunos de los aspectos más problemáticos de la sociedad, especialmente aquellos que delataban injusticia, sin abandonar por ello la representación de escenas simples y cotidianas de su entorno familiar y social, que, en contraste, resultaba casi idílico.
La estética de Arango, en la que el cuerpo está presente de manera casi violenta, está cargada de gran fuerza y vitalidad. Aunque buena parte de su obra puede ser acusada de cierto “feísmo”, esta recuerda más el expresionismo alemán dada la intensidad de sus temas, la pincelada fuerte y la vehemencia en su colorido. Como contraste, parte de su obra reflexiona sobre temas existenciales tales como la justicia y la equidad, las violencias de todo orden infringidas por el ser humano y el conflicto entre el alma y el cuerpo.
La obra de Débora Arango se divide en dos grandes grupos: en el primero, que atravesó prácticamente toda su producción, se ocupó de temas que podrían denominarse sublimes o trascendentales y, en el segundo, trató temas que en comparación parecerían prosaicos pero que igualmente ocupan un lugar importante en su obra y denotan su relación con el mundo.
Así, dentro del primer grupo caben las obras que dedicó a la política nacional, al retrato de la marginalidad y sus desgracias −tema que opuso a la idealización de la gesta de la antioqueñidad−, a la relación impositiva que por la misma época la Iglesia católica estableció con sus feligreses, al modo en que hombres y mujeres lucharon con su condición no divina y a la inequidad que imperaba con relación a la posición de la mujer en la sociedad.
Arango consideró la imitación como una forma pasiva de la inteligencia, idea que tuvo su inicio, quizás, cuando al comienzo de su formación pictórica copió láminas ilustrativas con el propósito de superar el original. Dicha situación la llevó más tarde a preferir la interpretación en cuanto esta implica volver a ver, pensar o actuar a través del criterio propio. Gracias a esta convicción, en la obra de Débora hay una constante: la primacía de “la pintura sobre el dibujo, de la expresión sobre el detalle”.
Por el contrario, en su segunda faceta nos encontramos con la representación de temas más prosaicos, aunque no por eso menos importantes, que dan cuenta de una visión aquiescente del mundo; una visión que justamente se caracterizó por no imponerse o a renunciar a determinados motivos. Dentro de este grupo se ubican los retratos que dedicó a familiares y conocidos, los “relatos” de aquello que vio durante sus viajes, y los paisajes urbanos y naturalezas muertas.
En esta exposición las dos tendencias se agrupan en temas que atraviesan su trabajo de manera transversal a la vez que dan cuenta de sus preocupaciones fundamentales. El desnudo, lo religioso, la mujer y la sociedad, la familia, el contexto político, el placer y el retrato, fueron los temas que se inscribieron en la mayor parte de su producción artística. La presente muestra también dedica un espacio al análisis de la relación que hay entre el boceto y la obra final en la trayectoria de esta artista antioqueña.
A pesar de que Débora fue una mujer profundamente religiosa, retrató, como ella misma dijo, “la vida con toda su fuerza admirable”, trasladó sin ambages al lienzo aquello que captó tal como lo captó y lo que entendió en la misma forma en que lo entendió; apuesta que la situó como autora de una obra transgresora que causó gran polémica durante su época.
En esta exposición, que retrata la vida con toda su fuerza admirable, como Arango la describiría, las obras se agrupan en temas que atraviesan su trayectoria de manera transversal y que dan cuenta de las preocupaciones fundamentales en su vida y obra. Desnudos, el placer, la religión, la mujer y la sociedad, contexto político, y el retrato fueron algunos de los temas que informaron su producción artística y su visión de la vida y el entorno.
Con el apoyo de Laura Isabel Luna y Daniela Taborda
Actualidad, 18 ago de 2015
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