Descripción de la Exposición
No hay origen o está pensado todo junto, en este milagro. Todas esas distancias que aquí se cuelgan en las paredes son espacios de tiempo, de color, de pinceles, de ritmo, de forma ... Son cuadros, pero son espejos mágicos. Tratan de encantarnos con la posibilidad de contar la vida de lo que hacemos, como si cambiéramos un mueble. En el divino del tiempo, en nuestra conciencia comprimida e infinita, gritan un sofá o un escritorio que se manifiesta de manera ordinaria entre tanto detalle. Un mueble se arrastra porque hay fuerza para que patine de un lado al otro de la casa, pero también porque hay canto que el límite. En el cuadro del mono parece que hay un canto, pero es la pintura de un canto. Sin canto hay movilidad o hay, como en una de las pinturas, cielos que penden de cielos. El único canto real se llama confín, que es el límite de cualquier cosa que podamos sentir: detrás de eso está la locura o nuestro renacimiento.
Hay distancia porque los abismos siempre tienen abismos, a su vez. Toda distancia siempre termina en un barranco de sentido. La lucha contra lo que separa la memoria y las cosas se alcanza con la expansión de la imaginación. El ejercicio de encontrar el hilo que una le distante en una chispa. La única distancia inexistente es entre cuerpo y conciencia, entre nombre y cuerpo. Somos lo que somos y lo que sabemos que somos. Todo eso es nuestro cuerpo. Por eso decir "nuestro cuerpo" es lo mismo que decir "nosotros". Mejor dicho: decir "nuestro cuerpo" es resignarse a la falsa distancia entre carne y ánimo.
No hay modelo. Todo modelo está en esa imaginación