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Muestra la herida. La enfermedad (Arte y medicina. Parte I)

Exposición / Fundacion Luis Seoane / San Francisco, s/n / A Coruña, España
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Cuándo:
28 ene de 2010 - 21 mar de 2010

Inauguración:
28 ene de 2010

Comisariada por:
Alberto Ruiz de Samaniego, David Barro, Sofía Santos Pérez

Organizada por:
Fundacion Luis Seoane

       


Descripción de la Exposición

Obras de Rui Chafes, Eulàlia Valldosera, Tony Ousler, David Nebreda, Barbara Hammer, Juan Muñoz, Antoni Tàpies, Andy Warhol, Juan Carlos Meana, Francisco Leiro, Jorge Perianes, Pedro Tudela y Ángeles Agrela.

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Siguiendo con la línea expositiva iniciada con proyectos como Seducidos por el accidente, producido por la Fundación Luis Seoane en 2005, una exposición que ahondaba en la relación entre el arte y las catástrofes tanto naturales como producidas por el hombre a través de conflictos bélicos u otros acontecimientos de parecida índole, Muestra la herida dirige nuestra atención hacia la relación, más común de lo que podríamos creer en un principio, entre el hecho artístico y la enfermedad. La muestra se acompaña asimismo de un libro que analizará en profundidad la relación entre arte y medicina a lo largo de la historia, desde la antiguëdad hasta nuestros días. Es importante destacar que es la primera vez que se publica en nuestro país un estudio sobre esta cuestión, una oportunidad única para profundizar en este tema gracias a los textos de destacados especialistas y teóricos del arte, como Alberto Ruiz de Samaniego, Sofía Santos, David Barro, Fernando Castro Flórez, José Carro Otero y Effie Komninou.

 

La relación entre el arte y la medicina ha sido una constante a lo largo de la historia: desde las estatuillas de marfil o jade utilizadas por las mujeres chinas para poder indicar con exactitud el punto concreto de sus males sin tener que desvestirse, pasando por la imagen de un médico extrayendo una punta de flecha en la pierna de Eneas en un muro de la ciudad de Pompeya, la obra de pintores como Tintoretto, José Ribera, Caravaggio, Goya... hasta llegar a las vanguardias históricas y, finalmente, a nuestros días. La diferencia fundamental entre épocas pasadas y el momento presente es el rechazo por parte de la sociedad actual a asumir la enfermedad (y una de sus posibles consecuencias, la muerte) como algo intrínseco a la existencia humana, especialmente en las sociedades industrializadas. Los avances médicos y tecnológicos, sobre todo a partir del siglo XX con la difusión de los antibióticos, consiguieron que auténticas plagas como la tuberculosis (por cierto, también representada con frecuencia en el arte) pasasen a considerarse como enfermedades comunes, curables, y por lo tanto viesen reducida drásticamente su mortalidad y, a consecuencia de esto su visibilidad.

 

Simplemente, dejaron de ser algo cotidiano a nivel común. De hecho, la presencia de la enfermedad en las manifestaciones artísticas de principios del siglo XX se centra más en el hecho personal y autobiográfico que en el tratamiento de la misma como uno de los aspectos fundamentales de la existencia humana, convirtiéndose de este modo las epidemias en entelequias, en mitos de tiempos pasados, una situación que cambiaría a principios de los años 80 del siglo XX con la aparición del SIDA.

 

En muchos casos, la enfermedad es representada a través de las propias experiencias de los artistas. En este aspecto, las enfermedades crónicas o los estados terminales, que sitúan al ser humano en situaciones límite, obtienen una interpretación por parte del artista que varía dependiendo de la persona, así como las respuestas emocionales ante esta situación y la alteración del concepto de cotidianeidad que conlleva un estado determinado. De ahí que la influencia de la enfermedad en muchos artistas haya sido crucial, no sólo por haber sido reflejada en sus obras, sino también a la hora de ser éstas percibidas por los espectadores. Generalmente, el uso del tema de la enfermedad no suele producirse si no existe una causa cercana a la vida personal del artista o una situación vital que la genere o provoque.

 

Esta condición de situación límite ha llevado a muchos artistas a realizar una obra basada precisamente en esa experiencia extrema. Ya sea por enfermedad (propia o de alguien cercano) o por accidente, artistas como Vicent Van Gogh, Paul Klee, Antonin Artaud, Nicholas Ray, Reimundo Patiño, Hannah Wilke, Derek Jarman, Bob Flanagan, Pepe Espaliú, Nazareth Pacheco, Rui Chafes, Nan Goldin o David Nebreda han dejado un trabajo imposible de entender y producirse sin esa experiencia vital. De este modo, el espectador es capaz de comprender el sentido de sus autorretratos, como por ejemplo los del artista alemán Paul Klee, en los que poco a poco advertimos la degeneración de su rostro a causa de la esclerodermia, o la obra de la mexicana Frida Kahlo, que hace referencia constante al sufrimiento físico que padeció a lo largo de toda su vida debido a las secuelas que le produjo un accidente. En la segunda mitad del siglo XX, será Joseph Beuys quien más potencie la creencia ritual de los poderes curativos de los materiales en el arte, a partir de obras activas y sociales que buscan la curación de un mundo en estado grave, y esa curación pasa por el reencuentro individual de cada persona con su sociedad las características aislantes y conductivas de la materia le permiten producir obras de una enorme carga simbólica.

 

Como señalábamos, es verdad que el uso de la enfermedad como tema artístico no suele producirse si no existe una causa cercana a la vida personal o familiar del artista. En algunos casos la ausencia de salud está presente desde la más temprana edad y es algo consustancial a la vida de persona. En otros casos, la enfermedad propia o ajena, pero casi siempre cercana, sucede como un imprevisto, pudiéndose apreciar a través de las obras de arte el impacto que dicho acontecimiento supone en la vida del artista.

 

Muestra la herida reúne obras de trece artistas de diferentes nacionalidades cuya temática incide en los aspectos que hemos descrito más arriba: desde la enfermedad como experiencia autobiográfica, pasando por la arquitectura que configura los lugares donde ésta se desarrolla, la herida como metáfora, el sentimiento de pérdida y transformación producido por el desarrollo de las patologías... Todo ello a través de distintos formatos, incluyendo la escultura, la fotografía, la serigrafía, la pintura, las instalaciones y los soportes audiovisuales.

 

Dentro de la muestra se incluye un apartado que contextualiza parte de lo expuesto y que lo complementa gracias a un pequeño fondo documental que incluye desde un tratado de Avicena hasta curiosidades como una monografía del siglo XVIII centrada en las enfermedades más frecuentes en el medio rural, libros de cirugía y patologías óseas e incluso un facsímil de un extracto sobre anatomía de Leonardo da Vinci. Junto a estos documentos, el espectador encontrará una serie de ejemplos que le acercarán a la práctica de la investigación y docencia médicas, como los expositores de huesos o las reproducciones de partes del cuerpo humano.

 


Imágenes de la Exposición
Tony Oursler, Boot, 1995

Entrada actualizada el el 26 may de 2016

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